Capítulo 2 Varados en una isla desierta
Aterrorizada, Rosalí trató de subirse encima de mí con la esperanza de salir del agua. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de hacerlo, volvió a sumergirse de repente. Es posible que recordara que la corriente había arrastrado sus pantalones.
—¡Bast*rdo! Eres un verdadero bast*rdo! —maldijo con agresividad y me abofeteó con saña.
Mientras tanto, yo estaba muy asustado. Debido a las rápidas corrientes, el agua del mar nos sumergió en un abrir y cerrar de ojos. No podía respirar, así que solo pude empujarla y abrir la puerta antes de salir nadando. Sin embargo, Rosalí me abrazó y me agarró con fuerza por el cuello, mientras gritaba:
»¡Sácame de aquí!
Aturdido, a punto de desmayarme debido a la fuerza con la que Rosalí me había apretado el cuello, vi a Milena salir corriendo de su habitación, con el pánico reflejado en su rostro. El agua helada del mar emergió una vez más, y perdí el conocimiento de forma repentina...
Cuando me desperté, ya era el crepúsculo y estaba acostado en una playa. Me froté los ojos con dificultad y percibí los restos de un yate en el mar. En ese momento, la palabra «naufragio» pasó por mi mente. «¿Dónde están los demás?». Me levanté con rapidez, miré a mi alrededor y divisé una persona en la arena a poca distancia. Me acerqué corriendo y descubrí que era Milena. Estaba tendida en la playa, agonizando. Tenía la ropa ceñida al cuerpo debido al agua del mar, lo que dejaba al descubierto su seductora figura. Parecía una sensual embarazada pues tenía el estómago un poco abultado, por lo que se podía inferir que había tragado mucha agua. Como sabía que aquello no era bueno para el cuerpo y sospechaba que se estaba ahogando, me apresuré a realizarle compresiones torácicas y abdominales. En poco tiempo, vomitó grandes cantidades de agua y por fin recobró la conciencia. Después de hacer arcadas durante un buen rato, se limpió la boca. Cuando se dio cuenta de que mis manos seguían sobre su pecho, levantó de repente la mano y me abofeteó con fuerza.
—¡Bast*rdo! ¿Cómo te atreves a tocarme?
—¡Intentaba salvarle la vida! —contesté exasperado.
—¡No necesito que me salves la vida, aunque muera! ¡Casi vomito al ver tu horrible rostro cuando abrí abrir los ojos! —Mientras se levantaba, sus ojos recorrieron el lugar con ansiedad—. ¿Dónde está mi Rosalí?
—El yate naufragó, así que no tengo idea de dónde está.
—¿Por qué no estás buscando, entonces? Si le pasa algo, te desollaré vivo.
Milena no albergaba ninguna gratitud hacia mí. En cambio, me abofeteó de nuevo. Mientras ahogaba mi disgusto, me dispuse a buscar, cuando de repente gritó:
»¡Iremos juntos! ¿Intentas abandonarme aquí sola? —Caminó hacia adelante antes de tocarse la pierna, de repente, con agonía. En ese momento me di cuenta de que tenía un moretón, probablemente por haberse golpeado con algo.
»¡Llévame en tu espalda! —ordenó con tono autoritario.
Acostumbrado desde hacía tiempo a resignarme a sus órdenes, me agaché y la cargué. Sin embargo, en cuanto me levanté, su pecho se pegó a mi espalda. Además, su peso hacía que se deslizara a lo largo de mi espalda, por lo que mis manos se dirigieron sin pensarlo hacia su trasero para poder sostenerla. Irritada, Milena me dio una palmada en la cabeza.
»¡Bájame! ¿Lo hiciste a propósito? Maldita sea, ¡eres tan repugnante! Llévame en tus brazos.
Mientras apretaba los dientes, no tuve más remedio que tomarla en brazos. Ya no podía tocarla, pero ella seguía enojada y me abofeteó de nuevo.
»¡Bestia horrorosa, tu rostro es en realidad repugnante!
Con Milena en mis brazos, caminé varios cientos de metros hasta que por fin me quedé sin energía y la bajé. «¡Mis brazos están tan cansados que parecen estar a punto de caerse!». Al hacerlo, arremetió contra mí por ser tan inútil, incluso mientras temblaba. De repente, ordenó:
»¡Cierra los ojos! Quiero desvestirme pues estoy a punto de resfriarme y morir con esta ropa mojada. —Cerré los ojos de inmediato. Cuando se quitó la ropa, me cubrió de manera brusca el rostro con su camiseta y la anudó detrás de mi cabeza—. Así ya no puedes verme. Sigue caminando. Te daré indicaciones, ¡así que cárgame! —ordenó.
—¡Estoy muy agotado! ¿Me puede dejar descansar primero? —exclamé un poco contrariado.
—¡Descansar, tu c*lo! Si no encuentras a Rosalí, ¡no vuelvas a soñar con ir a la universidad!
De repente, el terror se apoderó de mi cuerpo al escuchar esta amenaza. «¡Aún necesito la ayuda de su familia para pagar mi matrícula en la universidad!». Así que tuve que ceder y extender mis manos. Como no podía ver nada, me pareció haber tocado algo suave. Milena me golpeó al instante en el rostro.
»Maldita sea, ¿por qué me tocas? No me toques el estómago. —Así que era su estómago... La levanté con extremo cuidado. Una vez en mis brazos, dijo con tono de burla—: ¡Es un alivio no tener que contemplar tu repulsivo rostro!
A continuación, me indicó que caminara hacia delante antes de girar a la izquierda. «Por suerte, no hay nada en la playa, así que no tengo que preocuparme por tropezar». Podía sentir el delicado aroma que desprendía su camiseta, su olor natural. De repente, gritó:
»¡Detente! ¡No se puede avanzar más!
Me detuve de inmediato. Milena se acercó entonces a mi espalda y desanudó la camiseta que cubría mi rostro, lo que me permitió ver el vasto bosque que se erguía ante nosotros. Había un camino y por tanto pregunté:
—¿No podemos seguir caminando?
Después de cambiarse, Milena gruñó con desdén:
—¿Quién sabe si hay insectos ahí dentro? Mi piel es delicada, así que se dañaría si los insectos se arrastraran sobre ella.
«Su piel es en realidad delicada. Aunque es bastante mayor, luce muy bien. Incluso he oído que gasta cientos de miles en productos de belleza cada año. Y yo tengo que usar detergente para ducharme...».
—¿Será que esta isla está desierta? ¿Estamos varados? —pregunté de repente sin pensarlo.
—¡Deja de decir tonterías! ¡Seguro que alguien vendrá a rescatarnos! No obstante, ahora tengo mucha sed por haber tragado tanta agua de mar.
—¿Qué debemos hacer entonces?
—¡Ve a buscar agua!
«Si no fuera por mi carrera universitaria, ¡más nunca le serviría a esta mujer!». Me dirigí hacia el bosque, pero justo después de haber caminado unos pasos, sentí un extraño sonido proveniente de los arbustos y de repente, algo se movía allí. Al mirarlo más de cerca, me di cuenta de que era la parte superior del cuerpo de un hombre. «¡Es Waldo Lamas, el chico más guapo de nuestra clase!». No llevaba camiseta, así que sus fuertes músculos estaban al descubierto. Además de atractivo, era también encantador. Lo detestaba, pues siempre me había menospreciado. Como era buen amigo de Rosalí, a menudo se aliaba con ella para acosarme.
»¡Waldo! —Milena se apresuró a ayudarlo, muy preocupada—. ¿Estás bien? —Al preguntarle, restregó sus curvas voluptuosas sobre él.
«¡Qué p*rra!» Al ver esto, no pude evitar sentir envidia. «Así que un chico guapo recibe un trato preferencial, ¿eh? ¿Y yo qué, entonces? La he ayudado en todo y aun así me paga con golpes y críticas».
Waldo, sin embargo, yacía agonizante. Cuando Milena lo ayudó a levantarse, gritó de dolor. Fue en ese momento que nos dimos cuenta de que solo le quedaba la parte superior del cuerpo. ¡Ya no tenía piernas! Detrás de los arbustos, un oso lo estaba royendo y la sangre corría por su boca mientras devoraba su carne.
»¡Aah! —gritó de terror Milena.
Me acerqué a ella de prisa, la halé hacia mis brazos y le tapé la boca con una mano. Entonces la abracé. Mientras la miraba fijamente, siseé con los dientes apretados:
—¡Cállate, p*rra!