Capítulo 3 Abrázame fuerte
«¡Esta p*rra va a hacer que nos maten! ¡A fin de cuentas, este oso es un caníbal! Deberíamos darnos prisa y escabullirnos ahora, pues aún no ha notado nuestra presencia. ¿Cómo se le ocurre gritar?». Las piernas me temblaban en ese momento. Por fin, Milena dejó de gritar. Después de retroceder un poco, salimos corriendo de allí.
Al recordar un programa de televisión que decía que un oso podía percibir olores a miles de kilómetros de distancia y que, por otra parte, el agua los ocultaba, halé a Milena hacia el mar y luego ambos nos lanzamos sin mirar hacia atrás. Volvimos por el mismo camino y regresamos al lugar donde desembarcamos tras el naufragio. En ese momento, ya había oscurecido. La playa estaba cada vez más oscura, sin una pizca de luz. A mi lado, Milena temblaba sin control, mientras murmuraba:
—Oso... Un oso caníbal...
—Cálmate —le ordené—. Estás empapada, así que quítate la ropa. Por la noche hace mucho frío en la playa. Si te resfrías en estas circunstancias, ¿cómo vas a salir corriendo si nos encontramos con un oso? —Al darse cuenta de que tenía razón, se desvistió, puesto que yo no podía verla en la oscuridad.
—¡Dame la mano, bestia horrorosa! —Milena agarró mi mano con miedo. «A pesar de lo arrogante y dominante que suele ser, a fin de cuentas, es solo una mujer».
Por la noche hacía mucho frío en la playa, así que cavé una zanja en la arena seca y me enterré en ella, para protegerme. Al verme, Milena también cavó una zanja a mi lado mientras murmuraba sin parar:
»Aquí hay una bestia caníbal... ¿Será esta una isla desierta?
En mi interior, yo también estaba muy preocupado. «Si esto es una isla desierta, estamos en verdad acabados, pues no hay nada aquí que nos permita pedir ayuda». Luego, exclamó temerosa:
»¿Se habrá comido a Rosalí? Le prometí a mi mejor amiga que cuidaría de ella...
No le contesté, pues el terror también me invadía por dentro. De una manera extraña, mis pensamientos se volvieron cada vez más maliciosos. «Si esto es una isla desierta... ¡a mi lado yace Milena Zabaleta desnuda! No importa lo que haga, ¡nadie se enterará!». Sin embargo, hice todo lo posible por reprimir este pensamiento porque sabía que estaría acabado si ella se negaba a pagar mi matrícula cuando volviéramos a la civilización.
Un rato más tarde, Milena volvió a quejarse de que tenía sed, pues llevaba todo el día sin tomar agua. Sabía que los humanos podían sobrevivir tres días sin tomar agua, pero bastaba solo uno para que al cuerpo entrara en estado de choque. Después de pensarlo un momento, por fin dije:
—Bebe orine.
—¡Maldita sea, deja de hablar tonterías!
—Lo digo en serio. Bebe orine si quieres sobrevivir.
—¿Cómo podría beber algo tan asqueroso?
—El orine de una persona sana no contiene bacterias. Además, también puede reponer la sal en el cuerpo. En una ocasión, una persona que estuvo atrapada en los escombros durante veinte días debido a un terremoto sobrevivió al beber su propio orine.
En la oscuridad, oí a Milena tragar en seco. Debía estar en realidad muerta de sed. Por fin, preguntó:
—¿Cómo voy a recogerlo si no hay nada aquí para hacerlo?
Dudé un instante antes de sugerir:
—Yo me beberé la tuya y tú la mía. Así podremos sobrevivir y encontrar a Rosalí. Debemos hacerlo si queremos salir de aquí vivos. Después de correr durante todo el día, ambos debemos estar muy sedientos.
Milena se quedó en silencio. Después de un largo rato, de repente exclamó:
—¡Bestia horrorosa, si te atreves a contarle esto a alguien, te mataré!
Cuando dijo eso, sentí de repente un cuerpo cálido y suave arrastrándose sobre mí. De momento, los latidos de mi corazón se aceleraron. Estaba muy oscuro en la playa. Mientras murmuraba que yo estaba bastante caliente, pude sentir cómo me quitaba la arena de encima. Mi corazón se aceleró una vez más. Se echó sobre mí y dijo:
»Estoy lista, así que adelante, orina. Que todo sea por salvar a mi Rosalí.
Mientras controlaba los latidos de mi corazón, me esforcé por orinar, pues sabía que no era para tanto. «Tenemos que hacerlo para poder sobrevivir. ¡He aguantado muchas cosas todos estos años, así que no puedo morir en un lugar así! No obstante, el problema es que... ¡no puedo orinar!». Acostado junto a Milena, mi cuerpo reaccionó sin pudor. Y todos los hombres saben que no se puede orinar cuando se está excitado. Al darse cuenta de que algo andaba mal, Milena estiró de repente la mano y agarró mi miembro en la oscuridad. Fue como si un rayo de electricidad me atravesara, pero ella arremetió contra mí al instante.
»¡Eres un maldito asqueroso! Eres tan horroroso como un sapo, ¿y te atreves a pensar en algo así?
En la oscuridad de la noche, me agarró por el cabello con fuerza y me abofeteó con saña. «Yo tampoco quería que sucediera, pero soy un muchacho inexperto, así que ¿cómo podría controlarme?». Sentada a horcajadas sobre mí, me abofeteó sin contenerse. Asustado, me cubrí el rostro y me disculpé, pero ella no me perdonó. Harto de sus golpes, la abracé y la levanté antes de arrojarla sin piedad al suelo. Al caer en la playa, gritó de dolor. Entonces, le dije con frialdad:
—¡Deja de pegarme! Será mejor que conserves tu energía.
—¡Maldito seas, bestia horrorosa! —gritó Milena—. ¡Cuando volvamos, te voy a desollar vivo!
—¡Cierra el pico! Iré a buscarte un poco de agua.
«¡Qué p*rra, amenazándome y despreciándome una y otra vez! Si descubro que realmente no hay forma de pedir ayuda en esta isla... ¡haré que me las pagues!».
Luego me dirigí a la playa angustiado, mientras me odiaba por ser tan débil y haber tenido aquella reacción física en un momento tan crítico. Como había visto restos del yate por allí, quería ver si el agua había arrastrado algunas provisiones hasta la orilla. Había muchos arrecifes, por lo que era difícil ver con claridad en la oscuridad. Me arrastré con dificultad hacia delante, con miedo de lastimarme. Si me lesionaba en un lugar así, las consecuencias serían desastrosas. De repente, vislumbré con imprecisión un rayo de luz. «¿Qué es eso?». Me escondí de inmediato detrás de un arrecife para averiguarlo y me di cuenta de que había alguien sentado allí. «¿No es esa Rosalí?». Temblaba acurrucada en un arrecife, empapada de pies a cabeza. Tenía un teléfono en la mano con la aplicación de la linterna encendida. «Su teléfono todavía funciona, ¿eh? Y, de hecho, está muy cerca de nosotros así que hemos avanzado en dirección contraria desde el principio. Y lo más importante, ¡hay una docena de botellas de agua mineral junto a ella!». Tragué con fuerza. En ese momento, Rosalí notó mi presencia y gritó:
—¿Quién está ahí? —A continuación, apuntó el teléfono hacia mí. Cuando me reconoció, se apresuró a gritar—: ¿A dónde fueron todos? ¡Rápido, sácame de aquí! ¡Llevo todo el día atrapada!
Ansiosa, se dio cuenta de que no llevaba pantalones, así que se cubrió las partes íntimas con ambas manos. Unos segundos después, apretó los dientes y dejó de cubrirse. En su lugar, extendió sus manos hacia mí.
»¡Sácame de aquí! Las rocas son demasiado resbaladizas, así que no puedo levantarme.
En ese momento me sentí algo mareado. «Es muy hermosa. Luce atractiva aun cuando está en apuros».
—Dame primero el agua mineral. Luego te sacaré de allí.
—De acuerdo.
Rosalí me entregó de inmediato el agua mineral sin sospechar nada. Al tomarla, me apresuré a beber un poco y recuperé parte de mi energía. Luego, agarré sus tiernas manos y tiré de ella hacia arriba. Era tan ligera como una pluma, así que fue pan comido para mí. Después de sacarla de allí, le pregunté preocupado:
—¿Estás bien?
—Qué frío... ¡Apúrate y abrázame fuerte, bast*rdo! Me estoy congelando... —murmuró mientras temblaba.