Capítulo 10 Recompensa sensual
Odiaba la actitud de Rosalí, pero tenía razón. Teníamos que conseguir un lugar seguro para dormir. Si ese oso aparecía, estaríamos en un gran problema y si otros humanos estuvieran aquí, estaríamos muertos.
—Vamos. No podemos estar muy lejos del agua, así que ahí acamparemos.
Naomi estuvo de acuerdo, mientras Rosalí hizo una mueca, negándose a moverse. Milena preguntó:
—Claro. Mi pierna está mejorando, aunque todavía no puedo moverme bien. ¿Puedes llevarme en tu espalda?
—No hay problema.
Debía hacerlo, ahora ella estaba siendo más amable conmigo. Milena se tumbó en mi espalda con tranquilidad, mientras yo la llevaba en este pequeño viaje. Como ella había aceptado, Rosalí no tuvo más remedio que seguirnos. Iba a conseguir más gaviotas como comida de emergencia, pero no hubo suerte. Matarlas dejaría manchas de sangre y su hedor llevaría a ese oso directo a nosotros. Así que los cuatro nos adentramos solos en el bosque. Milena estaba en mi espalda. Rosalí trató de sujetar mi brazo izquierdo, pero cuando vio que Naomi sostenía mi brazo derecho, se molestó y me soltó antes de tomar la delantera. Ante esto, Milena susurró:
—Rosalí es así. Ahora está empezando a aceptarte, así que déjalo pasar.
—Lo sé —respondí.
—Hay una cueva por aquí. Creo que podemos pasar la noche allí —dijo Naomi con debilidad.
—¿Una cueva?
—Sí. Juan y yo la encontramos antes, pero es estrecha. No quería quedarme en ese espacio pequeño con él, así que conseguimos uno más grande.
—No me importa una cueva pequeña —señaló Milena—. Es estrecha, pero es un escondite ideal. Si cubrimos la entrada con algunas hojas y ramas, nadie nos encontrará.
—Sí. Los llevaré allí, entonces.
Naomi nos llevó a la pequeña cueva que encontró. Estaba situada dentro del bosque y a diez minutos caminando desde el lago, así que no estaba demasiado lejos de una fuente de agua. Lo más importante era que se trataba de un lugar densamente cubierto y la maleza crecía en abundancia alrededor de esta, lo que la convertía en un lugar perfecto para esconderse.
—Esto está bien —asentí—, pero tendremos que conseguir hierba para fabricar unas camas. Dormir en el suelo hará que te enfermes y aquí hay insectos. Tenemos que tener al menos algo para cubrirlo.
—Iré contigo, entonces —se ofreció Naomi.
—Sí y trae algo de comida. No quiero morir de hambre por la noche. Cubriré este lugar con ayuda de Milena y así será más difícil que nos encuentren —dijo Rosalí.
—Por supuesto.
Después de eso, Naomi y yo nos adentramos en el bosque de la mano. Ah, así es como se siente estar enamorado. Estábamos varados en una isla, pero lo único que me importaba era su seguridad. Incapaces de contener nuestra pasión, seguimos besándonos por el camino. Al final, logramos conseguir algo de hierba para nuestra cama improvisada, pero nos llevó un tiempo. Cuando volvimos era casi de noche, y por desgracia no había comida. La hierba no suele ser una buena cama, pero era suave y al menos era mejor que dormir en el suelo. Sin embargo, la cueva era estrecha, por lo que alojar a los cuatro era imposible. Como ya oscurecía, encontrar otro lugar no era la mejor idea.
—Naomi, ¿por qué no duermes sobre Josué? Así cabemos todos en esta cueva —sugirió Milena.
Naomi se sonrojó, pero dijo que sí.
—Espera —intervino Rosalí—. He visto lo que han hecho por la mañana. Dios sabe si harán algo esta noche. ¡Esta noche me abrazarás a mí, Josué! ¡A ella no!
Su actitud me estaba poniendo de los nervios. Yo quería dormir con Naomi, así que susurré:
—¿No puedes dejarme en paz? Esta podría ser mi oportunidad en el amor.
—¡No! ¡Cubre la cueva y duérmete! ¿No ibas a salvar a tu amigo por la mañana?
Sin más remedio, tapé la cueva y me tumbé en la hierba. En efecto, Rosalí se deslizó entre mis brazos y alejó a Naomi de mí. Aunque abrazaba a Rosalí, quería tomar la mano de Naomi. Así que lo hice a escondidas y ella sintió como la tocaba. En la oscuridad, nuestra respiración se volvió de repente más pesada. Rosalí se percató de lo que estábamos haciendo y dijo con desdén:
»Será mejor que me abraces fuerte, Josué. Me retuerzo cuando duermo, así que podría empujarla fuera de la hierba.
Sin otra opción, retiré mi mano y sujeté a Rosalí con fuerza, lo que la hizo gemir.
—Dame un minuto. Deja que me quite la ropa —susurró.
—¿Por qué te quitas la ropa? —dije entre dientes.
—Para hacer una almohada, por supuesto. Es difícil dormir sin almohada. Y, de todos modos, no puedes verme en la oscuridad —replicó Rosalí.
—Tiene razón —dijo Milena—. Aquí está oscuro y yo tampoco puedo dormir sin almohada.
Poco después, Rosalí estaba desnuda por completo. Me estaba poniendo nervioso, pero también quería saber cómo se sentía Naomi. Una vez más la toqué y en la oscuridad sentí algo liso y suave. En lugar de evadir mi toque, Naomi agarró mi mano y la puso en su pecho. Oh, no. Sentí que estaba teniendo una erección y accidentalmente rozó a Rosalí. Esto la hizo toser en voz alta. Y entonces me dio un golpe con su trasero.
—Si vuelves a meterte con ella, te quebraré el miembro —dijo molesta.
—No hay necesidad de eso, ¿verdad? —respondí con la voz entrecortada.
—Oye, mi novio murió, así que puedes olvidarte de conseguir una novia. De ninguna manera voy a dejar que consigas tu felicidad cuando yo acabo de perder la mía.
—Muy bien, cállate. Puedo escucharlos, ¿sabes? —Milena nos calmó—. Dejen de pelear, ustedes dos. Date la vuelta, Josué. No hay lugar aquí, así que tendré que apretarme con ustedes.
Ella fue una salvación. No quería hablar con Rosalí, así que me giré y rodeé con mis brazos a la voluptuosa Milena y en el momento en que lo hice, me sentí electrizado. Milena se rio antes de susurrarme al oído:
—No me extraña que se haya quejado, pero puedo entenderlo. Todavía eres joven.
Avergonzado, intenté defenderme, pero antes de que pudiera decir nada, me sobresalté, ¡pues Milena me estaba masturbando! Me ponía nervioso, y ella sonrió.
—Me has salvado la vida y ha sido un día duro para ti, así que esta es tu recompensa, Josué. ¿Qué te parece?
—Mmm... Yo...
—Calla... Se darán cuenta. —Me besó con suavidad. Ah, así es como se siente una mujer madura. Era solo un beso, pero podía sentir que estaba teniendo una erección.
—¿Qué es ese sonido? —preguntó Rosalí con curiosidad, en medio de la oscuridad de la cueva.
Estuve a punto de saltar, pero Milena mantuvo la calma y siguió masturbándome. Me dio un beso antes de responder:
—Probablemente sea por la hierba.
—Oh.
Rosalí, bendita sea, no sabía lo que Milena y yo estábamos haciendo, o para ser exactos, ¡lo que Milena me estaba haciendo!