Capítulo 12 No se rendirá
Aquellos vándalos dejaron de golpear a Juan y se voltearon a mirarme. Naomi estaba sorprendida por lo que hice y exclamó:
—¿Por qué has gritado?
Le pedí que no se preocupara y que se quedara escondida. Aquellos chicos empezaron a burlarse de mí como siempre.
—Así que los Cuatro Debiluchos están casi reunidos, ¿eh?
—Espera, ¿no es ese el feo bast*rdo? ¿Tú sabes con quién estás hablando? Espera, ¡ya no eres feo!
—¡Olvídate de mí y corre, Josué! —dijo Juan con debilidad, mientras permanecía tirado en el suelo.
—No te preocupes, Juan. Te llevaré conmigo. —Me acerqué a ellos y me rodearon.
—¡Demonios! ¡Acabemos con él, primero!
Un hombre rubio se impacientó y se abalanzó sobre mí con una navaja en la mano. Sabía que me apuñalaría en estas circunstancias, pero me había vuelto mucho más ágil. Antes de que pudiera acercarse, le di una patada en el pecho que lo lanzó unos metros hacia atrás y cayó con un ruido sordo para sorpresa de todos. Incluso yo me sorprendí de lo fuerte que había sido mi patada. Aquel hombre luchó por levantarse, pero fue en vano. No iba a desperdiciar esta oportunidad, así que me acerqué rápidamente a él y aplasté su muñeca bajo mis pies. Él soltó su navaja y yo la recogí.
—No quiero pelear con ustedes aquí, así que devuélvanme a mi amigo.
No estaba seguro de poder enfrentarme a todos ellos, y además tenían armas. Si fuera un poco más fuerte, luchar contra tantos hombres sería un problema. Además, si me distraía y me apuñalaban, sería el final del camino.
—¡Vete a la m*erda, bast*rdo! ¿Crees que puedes escaparte después de lo que has hecho? —advirtió uno de ellos.
—No puedo huir, pero lucharé hasta mi último aliento. Mátenme si quieren, pero voy a apuñalaros a todos antes de morir. Aquí no hay medicinas ni médicos, así que tendrán una muerte lenta y dolorosa. ¿Qué les parece? —me burlé.
Entonces, la expresión de sus rostros cambió, pues sabían que tenía razón. Herirse en esta isla sería una complicación, debido a que ninguno de nosotros tenía antiinflamatorios. Sufrir una lesión significaba un gran problema, así que añadí:
»Me llevo a Juan. Si alguien intenta detenerme, le clavaré esta navaja en su estómago. —Tener armas se sentía muy bien.
Me adentré en la cueva, mientras amenazaba a esos hombres con la navaja. Se acobardaron y me abrieron paso.
»Vamos, amigo.
Después de eso, sostuve a Juan y salí. Mi navaja continuaba apuntando hacia ellos. Al no tener otra opción, lo único que pudieron hacer fue mirarnos.
—¡Tienes suerte de que Enrique no esté aquí, chico! —amenazó alguien—. ¡Si estuviera aquí, te las verías con él!
—¡Sí! ¡Nos vamos a encontrar tarde o temprano, Josué! ¡Solo tienes que esperar!
Me llevé a Juan conmigo y Naomi me siguió. Ahora, ella estaba emocionada después de verme en acción.
—¡Eres genial! ¿Has visto cómo se han quedado? ¡Tenían miedo de ti!
—Sí. Se necesitan armas para sobrevivir en esta isla. Sin médicos, ni medicinas, una herida podría significar la muerte, así que todos evitan herirse.
—Gracias por salvarme, Josué —agradeció Juan—, pero lo que acabas de hacer te mostrará el lado malo de Enrique.
—¿Quién es ese Enrique? —preguntó Naomi.
—Enrique Laguardia, de la clase Tres —respondió Juan—, es un hombre cruel y despiadado. Escuché que la clase Tres ya se está reuniendo bajo su mando y son alrededor de cuarenta personas. ¿Sabes por qué me golpearon? Anoche, Enrique dijo que va a convertir a los débiles en comida y que se van a quedar con todas las chicas. Luego, quiere formar un ejército para gobernar la isla. Ordenó a sus hombres que me mataran y me convirtieran en comida, pero nunca habían asesinado, así que se turnaron para golpearme hasta la muerte.
Naomi se puso pálida después de escuchar esto.
—¿Cómo pudo hacer eso? Se supone que debemos trabajar juntos.
Sacudí la cabeza:
—No. La sociedad aquí ha pasado de la era antigua a una era de tribus. Enrique representa a una tribu poderosa que puede asegurar la supervivencia y el entretenimiento de sus amigos, mientras que nosotros somos vagabundos sin tribu.
—¿Qué debemos hacer entonces, cariño? Nos hemos cruzado en su camino, así que si viene a por nosotros...
—Relájate. Aunque no lo hiciéramos, probablemente vendría a por nosotros al final, a juzgar por la clase de hombre que es. Nos hemos convertido en animales que dependen de sus instintos. Ni siquiera pienses que serían amables con nosotros.
—¿Deberíamos unirnos a una tribu entonces?
—Todavía no. No conocemos lo suficiente esta isla.
—Naomi, ¿por qué llamas a Josué cariño? —Juan sintió curiosidad tras escuchar nuestra conversación.
Naomi parecía avergonzada, así que la tomé de la mano y sonreí.
—Estamos juntos de manera oficial.
—Qué suerte tienes, Josué. Tienes una chica a la que le gustas. ¿Yo? Olvídalo. Mi único deseo es besar el dedo del pie de Rosalí antes de morir —refunfuñó Juan en tono sombrío.
—¿Por qué su dedo del pie? —me sorprendió.
—Cualquier otra cosa es una fantasía. Yo solo soy un hombre humilde, mientras que ella es un ángel. Cada vez que la veo, me late el corazón con fuerza y me sofoco.
—Entonces te va a dar un infarto más tarde. —Sonreí con sequedad.
Cuando volvimos a la cueva, Juan se quedó boquiabierto al ver a Milena y Rosalí. Se sonrojó, sin atreverse a mirar a esta última.
»Este es mi amigo, Juan —dije—. Esta es Rosalí y esta es Milena. Puedes llamarla Señorita Zabaleta o Milena. A ella no le importa.
—Vaya, está gordo. Va a vaciar nuestra reserva de comida. Dormirás fuera. No hay espacio para ti aquí —advirtió Rosalí mientras fruncía el ceño.
—Co… comeré menos y me pondré a dieta a partir de ahora. No he probado bocado desde que nos quedamos varados. Y… y dormiré fuera —tartamudeó Juan.
—Espera, ¿eso significa que no has comido durante casi tres días? —Estaba sorprendido por completo.
—Oh, céntrate en nosotros, feo –dijo Rosalí con impaciencia—. No he comido nada desde ayer por la tarde, así que trae algo para mí. Y por el amor de Dios, trae más. Podemos abastecernos.
«Ah, claro. Todavía no he conseguido nada de comida para hoy».
—Sé dónde hay comida, pero no podemos conseguirla —suspiró Juan que estaba a mi lado.
—Cuéntame —dije con interés.
—La clase Tres está llena de vándalos, mientras que a la clase Uno la representan los cerebritos. No tienen habilidades de supervivencia, pero por casualidad tropezaron con una montaña de recursos. Los vándalos dijeron que esos chicos están tratando de unirse a la tribu de Enrique para protegerse. Negociarán un trato esta tarde. La clase Uno dará sus recursos para aliarse a Enrique, pero también dijeron que este no los va a dejar ir. Serán esclavos en el mejor de los casos y comida en el peor.
—¿Cuántas personas hay en la clase Uno?
—Menos de diez.
—Llévame hasta ellos. No voy a dejar que Enrique se lleve este pedazo de pastel. Ahora que me he cruzado con él una vez, no me importa hacerlo una segunda —me burlé.