Capítulo 96 Absorbiéndose uno al otro la energía vital al mismo tiempo
Estela lloraba, pero no estaba dispuesta a soltarme. En ese momento, cayó en un dilema. Al final, el dolor había sido tan agudo que la había hecho apretar con menos fuerza, así que la levanté y la golpeé contra el suelo. Esta vez, no había podido intentar reducir el impacto.
Gimiendo de dolor, rodó rápido hacia un lado. Por supuesto, no iba a dejar que se marchara, así que enseguida asesté dos cuchilladas que hicieron que su ropa se rompiera y su piel blanca quedara al descubierto. Avergonzada, se cubrió el pecho y dijo con los dientes apretados:
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