Capítulo 88 Un héroe
Toda la aldea, que hacía unos momentos estaba sumida en el miedo, se había alegrado de inmediato. Aunque habían muerto tres hombres, ninguno de los aldeanos estaba tan triste, pues no habían tenido tiempo de entablar una fuerte amistad entre ellos. Después de enterrar los cuerpos, colocamos las ollas junto a las de los demás aldeanos antes de, con entusiasmo, distribuir la carne del oso.
Gonzalo se acercó al cuerpo del animal y dijo:
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