Capítulo 297 Regresar a casa
Si su abuelo se enteraba de esto, estaría encantado. Al bajar la cabeza para mirar a Maya, quien se encontraba comiendo chocolates, sintió que la pequeñita de verdad era su amuleto de la suerte. Por ello, la alzó en sus brazos y la llenó de besos. Hasta le regaló dos puñados de sus dulces importados favoritos al enviarla afuera.
Sin querer alejarse de su lado, Maya miró a la amable mujer que había cuidado de ella y le había dado deliciosos bocadillos.
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