Capítulo 13 En verdad eres tú
Después de salir de la villa de los Cruz, Isabel pasó por una tienda de postres y compró unos yogures y pasteles de chocolate antes de volver a Los Jardines.
Al ver a su madre regresar sana y salva, los pequeños se quedaron tranquilos.
—Mami, ¿te reconocieron?
—¡No!
—Te dije que mis habilidades para el maquillaje son impresionantes. Soy tan buena en ello que no hay forma que te descubran —dijo Nina sacando el pecho con orgullo.
Isabel acarició su cabeza, levantó el pulgar y le dijo:
—¡Nina, eres la mejor!
—Mami, ¿es para mí? —preguntó Maya con una mirada emocionada y sus ojos clavados en la caja que llevaba su madre.
—Claro que sí, Maya. Son tus favoritos.
—¡Muchas gracias, mamita! —exclamó feliz mientras recibía la caja, luego la colocó sobre la mesa y la abrió.
—¡Todo lo que sabes es comer! —dijo Nina.
—Sí. Bueno, ¡es que me encanta comer! —respondió con los ojos en blanco y agregó—. Y lo único que tú haces todos los días es jugar con maquillaje.
—¡E-Eso es porque me gusta estar bonita! Y siempre me veré bien, ¡pero tú vas a terminar hecha una pelota!
—Qué has dicho...
—¡Nina, ya es suficiente! Ven y ayuda a mamá a quitarse el maquillaje.
Ni bien vio que sus dos hijas iban a empezar a discutir, de inmediato se llevó a la enfurecida Nina al baño.
Por su parte, Juan frunció el ceño y soltó un suspiro. A pesar de que siempre se dice que tres es multitud, en su hogar, solo tener a dos como ellas cerca era suficiente problema. Con eso en mente, el pequeño volvió a suspirar.
Mientras tanto, en Villa Las Palmas.
La mirada de Abel se tornó sombría al ver la localización que aparecía en su celular.
—Señor Cruz, esta es la ubicación del hacker que arruinó el sistema de la compañía: #108, Bloque #4, Los Jardines.
Justo en el momento en que Jacinto terminó de hablar, entró el guardaespaldas que había seguido a Isabel.
—Señor Cruz, la mujer que nos ordenó seguir entró a Los Jardines. Para ser exacto: Casa # 108, Bloque #4.
«¿La misma dirección?», pensó Abel mientras su mirada se oscurecía y apretaba los puños. «El hacker que arruinó el sistema de la compañía y aquella “doctora Cabrera”...» La expresión del hombre se volvió tan fría que hasta la temperatura de la habitación cayó de golpe.
Por otro lado, Jacinto y el guardaespaldas intercambiaron miradas. Ambos sabían que el jefe estaba a punto de explotar, así que aguantaron la respiración de manera involuntaria temiendo que éste se desquitaría con ellos.
De pronto, Abel Cruz se puso de pie y gritó:
—¡A Los Jardines! ¡De inmediato!
—¡Sí, señor! —respondieron ambos al instante.
Veinte minutos más tarde, un vehículo Maybach negro que había acelerado hacia Los Jardines, se detuvo justo delante de dicho bloque con un fuerte chirrido.
A continuación, un Abel Cruz alto de mirada gélida bajó del vehículo y caminó hacia la dirección indicada. Cada paso que daba podía darle escalofríos a cualquiera. Mientras que Jacinto y los guardaespaldas seguían a su jefe, ellos eran muy conscientes que quienquiera que viva en aquel lugar estaba a punto de ganarse un gran problema.
Poco tiempo después, llegaron a la Casa # 108 del Bloque 4. Enseguida, Abel le lanzó una mirada a Jacinto para que el hombre toque la puerta.
¡Pum! ¡Pum! ¡Pum!
El toque impaciente desde el otro lado de la entrada sobresaltó a Isabel poniéndola nerviosa.
—¿Quién es?
Sin embargo, no obtuvo respuesta alguna y los fuertes golpes siguieron. «Dios mío. ¿Por qué parece que hay un prestamista irritado en mi puerta? Acabo de regresar hace unos días y no le debo nada a nadie.»
Fastidiada por el repentino escándalo, Isabel abrió con cólera y gruñó:
—¿Qué demonios? ¿Eres un...
De pronto, se encontró con la mirada fría y amenazante de Abel. La mente de Isabel se le nubló como si le hubiera caído un rayo.
—Así que en verdad eras tú.