Capítulo 1 Devolverlo multiplicado por cien
—¿Eres la persona que me enviaron?
En una suite de lujo, Isabel Domínguez extendió su mano y empujó al sorprendido hombre a la cama. Lo siguiente que supo fue que la mujer se había sentado a horcajadas sobre él, alzó su delgada mano y con ésta le acarició la mejilla.
—Guau, ¡te ves muy guapo! —susurró Isabel mientras los ojos le brillaban de satisfacción.
Debido a que su aliento apestaba a alcohol, Abel Cruz hizo una mueca de asco. Muchas mujeres trataron de seducirlo, pero esa era la primera vez que encontraba a alguien que usaba tal método. ¡Algo que nunca había visto! Entonces, los bellos y delgados brazos de la mujer rodearon su cuello al tiempo que se inclinaba hacia él.
—¡Bésame!
—¿Estás segura de que quieres hacerlo? —preguntó tranquilo luego de esquivar sus labios rojos.
—¡Déjate de tonterías! ¿En verdad eres un hombre?
«¿Cómo puede preguntarme eso en un momento como este?», se cuestionó Abel con los ojos entrecerrados. De pronto, la agarró de manera tosca y le dio la vuelta en la cama. Enseguida, fijó la mirada en la mujer que tenía debajo y con una expresión oscura preguntó:
—Preguntaste si soy un hombre, ¿verdad? ¡Te aseguro que pronto lo averiguarás!
—¡Ahh!
Un segundo después, un agudo dolor recorrió todo el cuerpo de Isabel.
Al día siguiente, la mujer se despertó adolorida y, al abrir los ojos, se encontró con el lujoso diseño de la habitación en la que estaba. «Estoy en…», dijo para sí luego de fruncir el ceño. En el acto, se sentó en la cama y vio cómo las terribles escenas de la noche anterior cruzaron por su mente como si fueran una película. «Claro». Isabel recordó que había encontrado a su querido Simón con otra en la cama, así que buscó a un gigoló para desquitarse.
—Esta es mi venganza, ¡maldito infiel!
—¿Qué estás murmurando?
Una voz masculina, profunda y sensual que venía de atrás interrumpió los pensamientos de Isabel. Levantó la cabeza y vio a un hombre salir del baño con una toalla envuelta alrededor de la cintura que ocultaba su más preciado tesoro. «Tengo que admitirlo, tiene un cuerpo espectacular. ¡No me sorprende que sea un gigoló!»
—¿Por qué aún no te has ido? —preguntó.
Abel hizo una mueca burlona y respondió:
—Porque tengo curiosidad. Ahora que has logrado seducirme, ¿cómo planeas que me haga cargo de ti?
En el pasado, todas las que se le habían acercado siempre trataron de hacerlo responsable de cualquier suceso ocurrido la noche anterior. Había oído esa frase tantas veces que de seguro también la escuchaba en sus sueños. Sin embargo, para su sorpresa, aquella mujer que tenía delante le dio una respuesta muy diferente.
—¿Por qué diablos querría que un gigoló me mantenga? —respondió luego de poner los ojos en blanco. Enseguida, se vistió, sacó mil en efectivo de su bolso y, con un gesto vanidoso, lanzó la sarta de billetes sobre la cama—. Aquí está tu paga, asegúrate de guardarla bien. El servicio de anoche no fue tan malo.
Al escucharla, sus ojos se oscurecieron y pensó: «¿Servicio? ¿Será que esta mujer tiene ganas de morir?» Por su parte, Isabel ya se estaba retirando mientras a Abel le hervía la sangre de la ira.
—¡Detente! —gritó en un tono amenazante y peligroso con los dientes apretados por la cólera.
En ese instante, la mujer se detuvo y volteó hacia él con una tensa sonrisa.
—¿Te parece que es muy poco? Bueno, perdón, ¡pero solo vales eso!
—Qué…
—Bien, ya me voy. ¡Ciao!
Isabel hizo un gesto de despedida con la mano y se fue corriendo hacia la salida. El ceño en la frente de Abel fue agravándose al tiempo que observaba cómo ella cerraba la puerta de un portazo.
—¡Ay, mujer, no sabes con quién te has metido!
Nueve meses después.
—¡Bua, buaaa!
El llanto de varios bebés resonaba en toda la sala de partos. Isabel empezó a entrar un poco en pánico mientras veía a sus pequeñas criaturas que esperaban ser alimentadas. Era madre por primera vez, ¡y había dado a luz a cuatro bebés! De pronto, justo en el momento en que estaba rompiéndose la cabeza pensando en una manera de desbloquear sus habilidades de «super mamá», una entrevista en el canal de finanzas llamó su atención. Por poco se le salen los ojos al ver al guapo y muy bien vestido hombre sentado en el medio. «¿Qué demonios? ¿Incluso los gigolós pueden aparecer en la televisión hoy en día?», se preguntó confundida, por lo que prestó atención a la pregunta del entrevistador.
—Señor Cruz, dicen los rumores que a pesar de que ha estado buscando a alguien en particular durante un largo tiempo, no ha tenido éxito. ¿Sería tan amable de brindarnos alguna información sobre esta persona? ¡Nuestros espectadores podrían proporcionarle datos valiosos!
Entonces, Abel se volvió hacia la cámara.
—Estoy buscando a una señorita. Ella me dejó algo de dinero y en verdad me gustaría devolvérselo, ¡multiplicado por cien! —exclamó con una mirada seria.
El hombre puso especial énfasis en aquellas tres últimas palabras. A continuación, procedió a brindar una breve descripción de cómo lucía la mujer y, poco después, resaltó un detalle importante.
—Ni siquiera su familia sabe dónde está, así que quienquiera que me brinde pistas útiles, será muy bien recompensado con una cantidad de dinero ¡no menor a un millón!
«Un millón... ¿Solo para encontrarme? ¿No está siendo demasiado generoso?», pensó Isabel hasta que un mal presentimiento se apoderó de su pecho y, luego de buscar la identidad de aquel sujeto, su corazón se detuvo. «¡Maldición! Ese hombre no es ningún gigoló, ¡es el director ejecutivo del Grupo Internacional Cruz. ¡Abel Cruz! Pero fui tan tonta que incluso lo llamé gigoló... Dios mío, ¿qué hice?» Con tan solo mirar la expresión fría del hombre en la pantalla, su cuerpo se estremeció de forma involuntaria. «¡Si me encuentra, será el fin de mis bebés y también el mío! No, no puedo dejar que eso pase. Debo pensar en alguna manera de evitarlo».
Un tiempo después de la entrevista, Abel recibió un presente especial. Su mirada helada se clavó en el regalo al tenerlo entre sus brazos, era un bebé envuelto en una prenda.
—¿Quién es? —preguntó perplejo.
—Señor Cruz, es el bebé de la mujer que está buscando. Ella falleció en un accidente automovilístico, así que su pequeño se quedó solo.