Capítulo 237 Colgado desnudo en el rosal
«¡Qué despreciable! Es más descarada de lo que jamás imaginé», pensó Abel. Luego, abrió su pestaña del chat y le envió: «¡Qué despreciable!».
Mientras tanto, Isabel daba vueltas en su cama sin poder dormir, cuando, de repente, la pantalla de su teléfono se iluminó. Cuando leyó el mensaje, su semblante se oscureció. «¿Con qué derecho me habla así? ¿Y si descubrió que los niños le hicieron esas fotos a escondidas? Solo les pedí fotos de los hombros. ¿Por qué es eso despreciable?», reflexionó.
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