Capítulo 153 Una caída escenificada
Rosa se quedó estupefacta. «¿Desquitarse con Abel? ¿Puedo? ¡Imposible! No me atrevo. Solo me atreví a abofetear a Edgar porque Abel no está aquí, si no, no tendría el coraje ni de regañarlo, y mucho menos pegarle.»
Con ese pensamiento en mente, su ira se disipó gradualmente.
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