Capítulo 84 Reescribir todo
De camino a la guardería, David no dejaba de echar una mirada furtiva a su sobrino. Era la versión más pequeña de la cara sin emoción de Abel, y era el estilo habitual de Edgar. Hacía tiempo que no veía ese lado tan bonito y enérgico del niño. Podría ser que... ¿ya se curó?
David arrugó la frente un poco. «Qué pena. Ya no oiré su bonita voz llamándome tío o halagándome como el mejor. Y por seguro que ya no me va a abrazar sin que se lo pida ni me sorprenderá con un beso en la mejilla...» David no pudo evitar suspirar en silencio.
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