Capítulo 8 Bofetadas
Al oír los insultos que los curiosos le gritaban, Lorena agarró su bolso roto con tanta fuerza, que los nudillos se le pusieron blancos.
—¡Llamen a la policía entonces! ¡La justicia se impondrá! He pagado 120.000 por este bolso. ¿Cómo te atreves a llamarlo «falsificación bien diseñada»? Si no puedes pagar los daños, que así sea. ¡Pero deja de decir mentiras! —exclamó la mujer con rabia.
Susana había programado una cena con Yamila, así que no quería perder el tiempo con Lorena en la comisaría.
—Lorena, hay una tienda oficial de GC arriba. Le pediremos al gerente que compruebe si tu bolso es auténtico o no, ¿de acuerdo? Tampoco voy a discutir contigo sobre la compensación porque se haya roto. Dejaremos que el personal de la sala de control vea quién fue la que chocó con la otra primero.
Lorena estaba deseando dejar en evidencia a Susana con los resultados.
—¡Bien entonces! ¡Vayamos! No quería discutir contigo sobre esto por los viejos tiempos, pero ya que insistes en ser tan testaruda, ¡entonces no me culpes cuando termines llorando de humillación y con los bolsillos vacíos! —dijo Lorena con una sonrisa de suficiencia.
—Gracias, pero para empezar, no creo que tuviéramos una relación de ningún tipo —respondió Susana, al tiempo que le devolvía la sonrisa.
Se dio la vuelta para tomar la mano del Pequeño Colin y juntos caminaron hacia las escaleras mecánicas que los llevarían hasta la cuarta planta, donde estaba emplazada la tienda oficial de GC. Atraídos por el cotilleo, muchos curiosos les siguieron.
A causa del alboroto, la empleada de GC ya se había enterado de su llegada, así que cogió el bolso que le tendía Lorena y lo inspeccionó con atención. Mientras tanto, la mujer se echó el cabello hacia atrás con gesto altivo y comenzó a retocarse el maquillaje.
—¡Abre los ojos y mira con atención para ver si este bolso es auténtico o no!
La empleada de GC había revisado el bolso de adentro hacia afuera, pero aún no había visto la cremallera rota, por lo que Susana se lo recordó.
—¿Revisó esa cremallera?
—Susana, ¿has comprado alguna vez un bolso de más de 100.000? Si no lo has hecho, ¡no des órdenes!
—De hecho nunca he comprado un bolso tan caro, pero he visto uno de cerca antes, y sé que esta cremallera de aquí es de aluminio recubierto de cobre. El exterior es de color dorado, pero el interior es de color blanco plateado. Los productos de GC están hechos con material de alta calidad, así que todas sus cremalleras están hechas con cobre puro.
—¡Mentira! ¡Me he gastado 120.000 en esto! ¿Cómo puede ser falso? —Los ojos de Lorena se enrojecieron de ira al pensar que había pagado esa enorme cantidad por una falsificación.
La empleada de GC intervino por fin con gesto algo azorado.
—Esta señorita tiene razón. Todos los metales de los bolsos de nuestra marca están hechos con cobre puro. La cremallera de su bolso es, en efecto, de aluminio recubierto de cobre. Además, este bolso tiene un precio de 168.888 en nuestra web oficial, así que me gustaría saber dónde lo ha comprado por 120.000.
Aunque la empleada de la GC había hablado con eufemismos, estaba muy claro lo que había querido decir: era obvio que Lorena había conseguido aquel bolso falsificado a través de algún canal ilegal. Lorena le arrebató el bolso a la empleada y lo inspeccionó ella misma; la cremallera rota estaba, en efecto, pintada. No podía creer que hubiera gastado tanto dinero en una simple falsificación.
—¡Imposible! Me he gastado 120.000 en esto. ¿Cómo puede ser falso? ¿Estás ciega? ¡Mira el material! ¡Mira los forros! —gritó mientras agarraba a la vendedora por el cuello para forzarla a acercar la cabeza al bolso.
Asustada hasta el punto de que se le llenaron los ojos de lágrimas, la empleada pidió ayuda a gritos; en cuanto apareció el guarda de seguridad, arrastró a Lorena hasta la puerta de salida.
—Señora, por favor, cálmese. Si no, llamaremos a la policía.
Susana se quedó al margen, pero por dentro se reía de la situación que se desarrollaba ante sus ojos. Cinco años atrás, esa mujer le había arrebatado todo. Al parecer, Esteban tampoco tenía buen ojo.
Susana empezó a oír «clic, clic, clic» cada pocos instantes, y levantó la cabeza para descubrir que aquellos sonidos provenían de los obturadores de las cámaras con los que la multitud de curiosos fotografiaban y grababan la reacción de Lorena con sus teléfonos móviles. Cuando Lorena se dio cuenta que todo el mundo estaba inmortalizando aquel vergonzoso momento, reaccionó con rapidez.
—¡Suélteme! —le gritó al guardia con voz firme.
Al ver que por fin se había calmado, la soltó pero siguió vigilándola de cerca, por si acaso volvía a perder el control. Por su parte, Lorena se alisó el pelo y miró a Susana con un odio infinito brillando en sus pupilas dilatadas.
—¡Susana, esto no ha terminado entre nosotras!
Susana se limitó a lanzarle una sonrisa de suficiencia que estuvo a punto de provocar que la otra mujer perdiese de nuevo la cabeza.
—¡Cuidado! ¡Pon atención la próxima vez que compres un bolso! Incluso yo me siento mal por ti, que te has gastado 120.000 en una falsificación, y encima una de mala calidad.
Provocada por sus palabras, Lorena finalmente estalló, tiró el bolso al suelo y lo pisoteó con violencia; el contenido del bolso quedó destrozado, y los carísimos cosméticos que guardaba dentro se esparcieron en pedazos por el suelo, lo que agrandaba la cifra de pérdidas que había tenido Lorena ese día.
—¡Cariño, vámonos! —dijo Susana a Colin con voz cristalina. De pronto, la mujer se encontraba de un humor excelente, pues sentía que el universo le había devuelto algo de lo que le había quitado cinco años atrás.
Colin estaba sentado a un lado, aparentemente ajeno a lo que ocurría. Su pequeño pulgar pulsó «enter» y, desde ese momento, el número de visitas y comentarios del vídeo que acababa de subir no paró de aumentar. Sus labios se curvaron en una sonrisa de satisfacción. Volvió a meter su teléfono en el bolsillo y, por una vez, tomó la mano de Susana sin quejarse mientras salían.