Capítulo 408 ¿Por qué no rastreas mi teléfono?
Roberto y yo caminamos en el jardín. Eso me hacía bien. No quería quedarme adentro. Roberto me esperó al pie del cañón como un eunuco esperaba al emperador, aunque no se arrodilló como los eunucos. Simplemente llevó el plato de frutas en una mano y una taza de té frutal en la otra. Cuando terminaba de comerme una rebanada, pinchaba otra con el tenedor y me la ponía en la boca.
―¿Desea otra rebanada de melón, mi Señora? ―dijo en tono burlesco.
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