Capítulo 166 Isabela, cuéntame un cuento
La mansión de Roberto y el hospital estaban apenas a tres kilómetros de distancia. Si hubiésemos llamado a un taxi, el taxímetro apenas se hubiese movido. Pero nuestro viaje en coche hasta el hospital había sido más complicado que el viaje hacia el oeste. Había sufrido una segunda caída, tenía la sensación de que mi omóplato debía estar fracturado en ese momento, me dolía sobremanera.
Roberto se deslizó al asiento trasero y apoyó mi cabeza sobre su regazo, puso su brazo sobre mi hombro para que no volviera a caerme de los asientos. Un caracol podría ganarnos a la velocidad a la que conducía el doctor Gómez.
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