Capítulo 274 Tomemos un café
Un hombre de gran estatura estaba de pie frente a mí. Tenía la piel bronceada y de apariencia muy sana, y llevaba el larguísimo cabello atado en una cola de caballo, lo que le daba un aire libre y salvaje. Era bastante apuesto, de facciones afiladas y hermosas, y me pareció familiar, aunque no pude precisar a quién me recordaba. Vestía una camiseta y pantalones de mezclilla color negro. Su pecho duro y musculoso llenaba la camiseta de forma agradable; debía ser por eso que preguntó se me había lastimado al chocar contra él.
—Lo siento mucho —dije, sacudiendo la frente—, debí fijarme por dónde caminaba.
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