Capítulo 105 La decisión de la divinidad

Hestia se saboreó los labios al recordar que estaba por degustar ese delicioso manjar, que ni siquiera le cabía en su totalidad, pero era ociosa. En aquel erguido atributo las venas hinchadas simulaban las raíces de un árbol. Sintió la cabeza en su lengua y con lentitud fue abarcando cada vez más longitud, hasta que ya no pudo hacerlo más y todavía quedaba una parte por cubrir. Sus ojos verdes lagrimearon, mientras miraba hacia arriba, encontrándose con la cerúlea vista de Heros, que expresaba un gesto de gozo. Se mantuvo así unos segundos más, hasta que empezó ahogarse. Respiró de forma uniforme por un instante y después retomó su acción, esta vez de manera repetida. Apretaba el talento y luego añadió sus manos al candente acto. Siguió con la felación por varios minutos, ya le dolía la mandíbula por la falta de práctica; tenían que hacerlo con más frecuencia de ahora en adelante. Se soltó los botones de la camisa y se las puso a un lado. Levó sus manos por detrás de su espalda y se quitó el sujetador. Sus pechos aumentaron su volumen. Revelaban una aureola oscurecida con ligereza. Sus pezones ya estaban erectos debido a la estimulación previa. Su bello amante la agarró por la nuca. Apretó un pecho junto al otro y dejó caer saliva en las dos voluptuosas virtudes. Comprimía la dura virtud de Heros entre sus senos. Desde que le había hecho la primera rusa había quedado fascinada con la sensación que sentía y con las expresiones que provocaba en el lindo rostro de Heros. Continúo un rato más, masturbándolo con su enorme y exuberante busto. Entonces, se levantó y se colocó de espaldas a él, apoyándose contra la pared con su dorso inclinado y sus glúteos sacados. Le dedicó una nueva incitadora mirada. Solo de recordar aquella sensación de ser llenada y expandida por Heros, la hizo rasguñar el muro con sus dedos. Su divinidad chorreaba su dulce jugo de miel, que había mojado sus bragas.