Capítulo 11 Convicción de acero
Heros permanecía aturdido e inmóvil, estupefacto. Las facciones de su rostro eran como adormecidas. La voz de la mujer podía agotar el cerebro del hombre. Era como si estuviera hipnotizado. El brillo en sus ojos cerúleos, se había apagado a través de los lentes de sus gafas, al caer en el hechizo de la diosa griega, que ya se relamía los labios al ver a su presa indefensa, porque había perdido la voluntad. No obstante, el sonoro timbre de su celular lo hizo regresar en sí. Pestañeó con rapidez y advirtió a Hestia frente él. Logró despertar del encantamiento y salió del estado de trance. Giró su cabeza hacia el lado contrario y pudo evitar el beso de Hestia. Se puso de pie con su expresión seria y severa. En su cabeza sonaba un pitido y sus sentidos todavía recuperándose. Su mundo daba vueltas, estaba mareado y se hallaba distante de la realidad. Sus manos temblaban de lo que pudo haber sucedido. Inhaló con lentitud por la nariz y soltó su respiración por la boca. Miró a Hestia, con un semblante bravío e intimidante.
—Puede ser la fantasía de los jóvenes. Pero no es la mía. Así que, declinaré su oferta —dijo Heros, traspasando a Hestia con su determinada expresión—. No sé por qué hace esto. Usted no parece ser de las que hace bromas. No estoy interesado en acostarme con nadie. Amo a Lacey, y no la traicionaré por un momento de excitación. Le agradezco por su propuesta de convenio laboral, pero también la rechazaré.
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