Capítulo 44 Yo soy insaciable
La virginidad del hombre no era tan comentada como la de las chicas. Sin embargo, no sentía culpa, ni arrepentimiento por haberse involucrado con Hestia. Había amado a… Pausó su reflexión. ¿Qué era el amor? ¿Lo que creyó sentir en realidad era amor? Ya no estaba seguro de sus emociones, porque Hestia le mostraba una nueva cara de la moneda, que bien podría decirse era física, pasional y de atracción.
Entonces, ¿por qué solo deseaba besar, acariciar y tener relaciones con Hestia? Ya no podía imaginarse a Lacey en ese lugar. Era, como si ya no sintiera, ningún tipo de interés como mujer por ella. Allí, atada en la cama, se encontraba la persona a la que le nacía devorarla en todos los sentidos, y quizás, el de ser algo más. Aunque, no era un tonto, y entendía el tipo de relación que tenían; solo era para veladas como esta; Hestia no lo consideraría como un candidato a ser su compañero de vida; lo que ambos querían, era quemarse en el fuego del placer que los dos sentían. Deslizó su lengua por el abdomen de su diosa y fue subiendo hasta los grandes pechos. El olor de su orgasmo había quedado latente en la piel de su preciosa amante. Abrió la boca, para comenzar a chupar uno los pechos. No importara si fuera por detrás, por delante, abajo o arriba, las curvas Hestia eran de fantasía e imposibles de no querer probar. Los amasaba en sus manos, y los succionaba con vigor, siempre guardaba la esperanza de que saliera un rico néctar de los pezones, pero eso era imposible en esa fecha, porque para eso, Hestia tendría que quedar embarazada, y era imposible, que ella tuviera un hijo con él. Eso jamás pasaría, ni en sus sueños podía llegar contemplar la idea de llegar a formar una familia, ni por accidente o por voluntad, porque, aunque no usaran condón, no lo dejaba correrse adentro. Así debían ser las cosas, sin ir más allá de una línea establecida, solo seguiría disfrutando, mientras pudieran estar juntos. Tomó una de las velas y la encendió la mecha. La llama se reflejaba en su mirada como un nítido espejo. La puso encima del abdomen de Hestia, y esperó pocos segundos hasta que la cera caliente empezó caer sobre la tersa piel de su hermosa dama.
Obtiene más cupones de libro que los de la app Recargar
Ir a la app de Joyread
Sigue leyendo más capítulos y descubre más historias interesantes en Joyread