Capítulo 125 El viaje
La carretera serpenteaba entre colinas suaves y campos abiertos, bañados por la luz dorada del atardecer. Heros conducía con una mano en el volante y la otra descansando sobre la pierna de Hestia. La brisa fresca de la tarde se colaba por las ventanillas abiertas, revolviendo ligeramente los rizos rojizos de ella, que observaba el paisaje con una expresión serena, casi melancólica.
No hablaban demasiado. No hacía falta. Después de todo, habían compartido innumerables momentos juntos, aunque siempre envueltos en un velo de secreto y deseo prohibido. Pero ahora, ya no había sombras acechando su relación. El peso de lo clandestino había desaparecido, dejando espacio para una cercanía más pura, menos contenida.
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