Capítulo 122 La confusión
El aire en la sala seguía impregnado de la densa tensión que había dominado la conversación. La señora Deale se mantenía firme, aunque su expresión era de clara exasperación, su mandíbula apretada en un intento de contener sus palabras. Su marido, aunque más sereno, compartía la misma inquietud.
Hestia, por el contrario, permanecía en su asiento con la misma seguridad imperturbable que la caracterizaba. Se llevó la taza de té a los labios y bebió con tranquilidad, como si la conversación anterior hubiese sido un mero trámite burocrático. Heros, sentado a su lado, la observó de reojo, con una mezcla de resignación y admiración.
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