Capítulo 5 Encuentro destinado
Hestia observó cuando el muchacho se agachó a recogerla, sin dudar en hacerlo. Entonces, se puso de frente a ella. Era bastante grande, por eso podía disimular su físico fuera de forma. Los ojos, que tenía protegidos por los lentes, eran cerúleos, como los de alta mar. Una ligera barba castaña le nacía en la cara.
—Aquí tiene —dijo él, con amabilidad y una amplia sonrisa en su boca. Aún no había el rostro de la mujer con la que había chocado, porque solo ansiaba ver al gran amor de su vida. Estaba inmerso en su mundo perfecto de amor.
Heros Deale, contempló entonces por primera vez en su vida a la majestuosa Hestia Haller. Al percatarse de la hechizante belleza de la mujer de cabello rojo, ondulado, se quedó impresionado. El habla se le perdió de su entendimiento, como si les estuvieran robando los suspiros. Sintió atontarse, como si verla a ella lo estuviera hechizando y quitándole la fuerza de voluntad y haciéndolo sentir débil. Era más, hasta quería postrarse ante ella, para rendirle tributo. Sus parpados le pesaban, pues de un momento otro se sintió somnoliento. Ladeó la cabeza y pestañeó un par de veces con dificultad. Sin embargo, esa extraña sensación fue desapareciendo al transcurrir los segundos. Eso había sido lo más raro que le había sucedido. Juraría que estuvo por ser hipnotizado por esa divina desconocida, si no estuviera enamorado de Lacey y la amara de verdad, estaba seguro de que no había podido resistirse al fascinante encanto que ella producía. Por el amor de Dios, sí que era hermosa, como una diosa descendida de los cielos. Además de que esa resplandeciente mirada esmeralda, parecían ser como perlas verdes que brillaban con intenso resplandor. El semblante de ella, por el contrario, eran secos, fríos y vacíos, como si no pudiera sentir nada. La cubría un aura celestial, como si no perteneciera a este mundo terrenal. Y se notaba que lo que llevaba puesto, era costoso, detallado y fino. Tragó saliva al mirarle el enorme busto que se manifestaba ante su vista, cuyos senos lograban tocarse entre sí por su gran volumen, puesto solo eran protegidos por el brasier oscuro, ya que la camisa la llevaba abierta hasta la mitad del torso. Había olvidado que las mujeres podían a llegar a tener un pecho así de enormes. Pero pudo resistir la tentación de continuar observándolos, porque no quería ser tachado como un pervertido.
Hestia notó como lo había entretenido sus pechos, pero luego se mostró tranquilo y la evitaba ver. ¿Cómo era que se atrevía a desviarle la mirada? Su hechizo no lo había logrado controlar por completo. Tensó la mandíbula y se enojó en sus adentros. Acaso, ¿su encanto estaba perdiendo efecto en los hombres? No, aún se jactaba de su belleza y de sus curvilíneos atributos. Extendió su brazo y agarró de nuevo su cartera. ¿Quién era él? ¿Por qué no la había notado al caminar y ahora se lograba resistir a su embruja de diosa?
Heros pudo tranquilizarse y respiró profundo. Lo más probable era que ella tuviera un cargo importante en la corporación. O, quizás, era una magnate, una CEO, una actriz, o tal vez una política, o era una modelo. Su cabeza estaba vuelta un caos y tuvo que despejar sus pensamientos, porque con facilidad ella podía decir que era hasta la misma presidenta del país, y nadie podía objetarlo. Era así de imponente y convincente, solo con su magnánima presencia.
—Merci pour votre aide —dijo ella, en una armoniosa pronunciación del francés, agrediéndole al chico por la ayuda. Era arrogante e imperativa, pero no maleducada, al menos en público, porque en su cuarto era una sádica ninfómana. El acento refinado, era como esa inexistente luz en ella, porque su alma ocultaba solo perversidad y maldad.
Heros suspiró con tranquilidad y afinó sus cuerdas vocales. Los idiomas eran uno de sus mayores intereses, debido a sus aspiraciones laborales debía manejar el mayor número de lenguas, para poder tener un mayor porcentaje en de éxito sus negocios y rango de expansión. Era un poliglota.
—Je vous en prie. —dijo él, con un acento medio refinado. Debía practicar más la pronunciación, ya que rara vez debía hablar en otro idioma.
—Vous êtes d'une grande aide. Merci, jeune homme —dijo ella, con voz amena.
—Avec plaisir, madame. —respondió él de forma más fluida.
—Hablas francés —dijo ella. Ladeó su cara ante la sorpresa de que hubiera podido entenderle. Aunque su acento era lamentable, brusco y un poco forzado. Pero era pasable—. Interesante.
Hestia estaba complacida y un poco sorprendida por el joven; y eso ya eran dos cosas que pocas personas habían logrado hacer. Aunque, no de forma positiva, ya que sí la habían asombrado con lo inepto, estúpidos e inservibles que podían llegar a ser. No solo se veía como un intelectual, un nerd, sino que sí era inteligente. Vaya, hasta podría darle unos cuantos aplausos, pero no quería lucir así de antipática, apenas conocerse, porque estaba segura de que ese elegante cerebro guardaba más cosas relevantes y extraordinarias, quizás hasta lo que llevaba oculto entre las piernas podría ser un delicioso festín digno de devorar. Se le hizo agua la boca de tan solo imaginar el postre que podría degustar a su antojo, para calmar su irritante libido, que no la dejaba en paz y atormenta a su alma de día y de noche sin parar, pobre de ella; no había encontrado el consuelo en un hombre que le pudiera dar placer y que la dominara con fuerza contra la pared. Desdichada e infeliz de Hestia Haller. Sin embargo, ¿este era el consuelo a su martirio que le había mandado el Hado? Entonces, lo pondría a prueba, porque tal vez, este insípido podría ser el juguete que había deseado. Sí, este podría su encuentro con su destino.
Merci pour votre aide - Gracias por su ayuda.
Je vous en prie. - De nada.
Vous êtes d'une grande aide. Merci, jeune homme. - Es usted de gran ayuda. Gracias, joven.
Avec plaisir, madame. - Es un gusto, señora.