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Capítulo 3 El consolador

Hestia miró con desagrado la partida de su secretaria. Sus sentidos estaban concentrados en otro asunto, pero las expresiones que había realizado Lacey, parecían forzadas y falsas. Pero no iba a perder el tiempo con ella. Agarró el control, que había debajo de los portafolios, y se levantó de su silla, con el sobre de invitación morado en sus manos. Primero, atrancó la entrada a su oficina con llave y se dirigió al bote de basura. Allí hundió el pedal, con la punta de su zapato, alzando la tapa de la caneca. Arrojó el paquete, sin pizca de remordimiento, y caminó con normalidad hacia el baño interno de su despacho ejecutivo. El olor a lavanda perfumaba la habitación con agrado. Entró al cuarto del retrete y cerró la puerta con seguro. Se aflojó la falda y se la recogió sin quitársela. Se sentó sobre el inodoro y separó sus esbeltas piernas, revelando su braga de encaje negra, con puntuales detalles de flores. Los tirantes de las medias se notaban a plenitud. Movió hacia un lado su lencería, y de su humanidad afloró un diminuto cordón delgado de silicón de color morado, que estaba integrado a la reconfortante pieza que había introducido en su sensible intimidad. Jadeó con más fuerza al aumentar las oscilaciones al nivel más rápido del aparato. Al estar en silencio, en sus oídos captaba el sigiloso ruido, como el vuelo de una abeja mecánica. Se soltó los botones de su saco y subió el brasier, exhibiendo sus abultados y enormes senos. Una extensa aureola rosa, marrón, rodeaba los endurecidos pezones. Puso el control en uno de los dispensadores plateados que había en la pared, para tener total liberta de seguir con su estimulante obra. Empezó a apretarse sus grandes senos, sin ningún pudor. Se sobaba, apretaba y pellizcaba los pequeños botones de carne que sobresalían de su pecho. Separó las extremidades, mientras desfallecía ante la adictiva sensación que se proporcionaba. Deslizó su mano derecha hacia chorreante virtud, que derramaba su dulce miel. Frotó su zona más erógena en el exterior de su curvilíneo cuerpo de diosa; tocaba su clítoris con la yema de sus dedos en un frenético movimiento. Algunos minutos tardó y ya había empezado a sudarse, pero ya estaba por ascender hacia el cielo. Experimentó una corriente eléctrica que le nació de la entrepierna. Un frío viajó desde su garganta hasta su tórax. Apretó la punta de sus de los pies en los tacones y su cuerpo comenzó a temblar, como si estuviera teniendo un ataque de epilepsia. Entonces, el viscoso fluido transparente de su clímax salió de ella, como un chorro de agua de una manguera a presión. Deliraba ante la relajante sensación que había alcanzado su mente, como si fuera una dedicada monja a su meditación. Moldeó una sonrisa perversa de gozo. Había ensuciado el piso con su néctar, y parte de la pared, hasta había rastros de su exquisito veneno en sus medias con leves gotas que le salpicaron. Saboreó su mano con exquisitez. Sin embargo, su semblante de alegría no duró mucho. Cada vez su droga duraba menos. Al pasar los años tenía hacerlo con más frecuencia, mientras que el estado de arrebato se hacía más corto. Hestia suspiró con decepción. Apagó el tierno aparato y lo sacó de su interior como si nada, con su rostro inexorable e insatisfecho. Largos minutos molestándose, para efímeros segundos de éxtasis, que ya no lograban aplacar su insaciable libido, ni hacerla perder la cordura como en su juventud. Respiraba, solo un poco agitada, por los movimientos que tenía que realizar. Alzó el vibrado ovalado y lo observó con brevedad; brillaba por sus fluidos y escurría su viscoso y cristalino orgasmo. Sacó la lengua y se lo metió en la boca por completo, disfrutando de su propia y exquisita esencia natural. Degustó en su lengua, una vez más, su dulce néctar, como en los casi cientos de ocasiones, en las que había recurrido a la distinta parafernalia del auto placer femenino. Pero estaba aburrida de hacer lo mismo. Ya, poco a poco, comenzaba a desanimarse. Tragó su saliva y se puso de pie, para acomodarse su atuendo elegante de sastre. No había emoción, ni vehemencia, ni sudor, ni golpes, ni gemidos que le salieran del alma; solo lo hacía por costumbre. Nada más hoy, había regresado un poco la adrenalina con la llamada y la presencia de su auxiliar administrativa. Necesitaba un estímulo más fuerte, alguien a quien dominar, pero que después fuera capaz de agarrarla con autoridad y embestirla contra la pared, la cama o con cualquier otra cosa. Así que, lo que más deseaba era un consolador de carne y hueso, el cual pudiera moverse y pensar por sí mismo, sin que sea necesario oprimir un botón, pero también que pudiera aprender y de evolucionar en la intimidad, y no solo limitarse a una sola cosa. Pero, ¿dónde encontraría ese valioso juguete? Pagaría cualquier precio, por eso no había problema; tenía tanto dinero que, si gastara una fortuna, seguiría siendo todavía más millonaria que miles de personas ricas y que de países enteros. Al concluir su hora de trabajo, marchó a la zona frontal de las instalaciones de imponente rascacielos de corporaciones Haller. Una llama con dos letras debajo: CH, se manifestaba en la parte frontal de la majestuosa arquitectura. Su dúo de guardaespaldas y su chofer la esperaban fuera del carro, con sus cabezas gachas, a pesar de que eran más altos que ella, se postraban ante su majestuosa presencia. El conductor le abrió la puerta trasera del vehículo, como una reina que iba a embarcar su carruaje real. La inevitable noche hacía alarde en el firmamento, exhibiendo su tranquila oscuridad. Abrazaba a una parte del planeta, mientras que otro lado estaba amaneciendo. Ese era uno de los grandes encantos de la vida, el paso imparable del tiempo, en el que se atestiguaba a través del sol y la luna. Hestia miraba los demás vehículos por la ventana, con su rostro inexpresivo. Llegó a un gigante edificio y subió por el ascensor a su suite de lujo. Entonces disfrutó de una ligera cena de ensalada y frutas, en tanto les había ordenado a sus camareras personales, que le prepararan la bañera con espumas. La inevitable noche hacía alarde en el cielo de su tranquila oscuridad. Se hallaba en su grandiosa habitación en soledad, pero glamurosa. Aflojó el cierre de su falda y la dejó caer al piso. Luego se despojó de su saco con lentitud. Ahora mostraba con su ropa interior de encaje negro y su artística silueta. Su figura voluptuosa y envidiable, podría encantar a hombres y mujeres por igual. Su abdomen plano, estaba definido de manera atlética, debido a que era amante del gimnasio. Se retiró las medias que le tapaban las piernas. Se limpió el maquillaje en su hermoso rostro y se puso ropa deportiva. En sus orejas había colocado unos audífonos, mientras escuchaba música relajante. Encendió la caminadora eléctrica e inicio a correr de forma lenta, para luego ir aumentándola. El sudor había mojado sus prendas, en tanto le bajaba por la frente y por el vientre. Destapó su termo y tomó agua, para calmar su sed y refrescar su garganta reseca. Abrió el sobre de una chocolatina y también se la comió; le fascinaba el chocolate. Esperó a reposarse, en el balcón, mientras observaba el iluminado panorama; ellos estaban allá debajo y ella en la cima del mundo, mirándolos desde el último novel de un gigante edificio, similar a una deidad griega en el monte Olimpo, viendo la tierra de los mortales. Después de algunos minutos, entró a su cuarto de baño. Había agarrado una botella de vino y una copa de cristal. Se introdujo con levedad a la bañera de espuma, y se sirvió un poco del gustoso elixir, que era una auténtica ambrosía de diosas, digna de su magnificencia. Movió el vaso, como una excelente catadora, y consumió del líquido escarlata, empapando sus carnosos labios. Extendió su brazo, para colocar la copa sobre una mesita de madera, que estaba cubierta por una servilleta de tela blanca. Al tener su cara levantada, miraba hacia el techo. Había silencio, tranquilidad y armonía; era todo lo que no le gustaba, porque era amante de la fiesta, el desorden y sesiones intensas de fornicación. —Je m'ennuie —susurró en un refinado francés, para ella misma. Cerró los ojos y se sumergió por completo en la espuma. Había comentado su aburrimiento, con el estado actual de su vida; necesitaba que pasara una tormenta y la hiciera volar por las alturas, y transportarla a otra realidad, como a Dorothy Gale de: El maravillo mago de Oz. Al día siguiente, en la hora del almuerzo, el sol resplandeció con vehemencia y sofocaba a los transeúntes de la ciudad. Hestia se bajó de su auto, luego de que su chofer la abriera la puerta. Uno de sus dos escoltas, que venía otro vehículo detrás de ella, la acompañaba, para hacer guardia. Llevaba puestas, gafas y un abrigo oscuro, que complementaba su atuendo. Frente a ella se levantaba un imponente y costoso restaurante de cinco estrellas, al que asistía de vez en cuando, y al que le gustaba asistir, manteniéndolo en secreto, para descansar de todo ese mundo que la rodeaba en la oficina. Pero, de igual manera, para deleitarse con auténticos manjares, ya que era uno los más caros, y nada más los más privilegiados eran los que podían acceder a él. Aunque a veces realizaban promociones y descuentos, para aquellos que quisieran disfrutar del servicio. Justo, hoy un evento de rebaja. Se dirigió a su mesa, a la cual ya había apartado con exclusividad en la zona VIP, alejado de todos los demás clientes; le encantaba el ruido, pero en fiestas, no cuando iba a comer o quería relajarse por cuenta propia, porque en esos casos, si le fastidiaba la presencia de otros y el escándalo. Al terminar su plato fuerte, se limpió la boca con clase y elegancia. Se puso de pie y agarró su bolso de mano, para ir al tocador. Avanzaba con normalidad, pero un sorpresivo choque con un cliente distraído, la hizo soltar su cartera. Tensó la mandíbula, por lo que había sucedido. Su guardaespaldas dio un paso hacia delante, para intervenir en la situación, pero le hizo una señal, para que se quedara en el sitio donde estaba. Ni siquiera tenía ganas de ver a un insignificante hombre despistado, siendo sometido y reducido por uno de los integrantes de su seguridad. Aunque podría un poco interesante. Mejor no; luego tendría que resolver el asunto y eso era un total fastidio. —Lo siento —dijo con apuro el hombre. Se agachó a recoger el bolso, y al levantarse, quedó pasmado con le increíble belleza de la mujer que estaba frente a él. Era como si hubiera quedado hipnotizada, solo al verla. Je m'ennuie*: Estoy aburrida.
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Índice
Capítulo 1 Prefacio: el timbre Capítulo 2 El permiso Capítulo 3 El consolador Capítulo 4 El choque Capítulo 5 Encuentro destinado Capítulo 6 La revelación Capítulo 7 Persuasión divina Capítulo 8 El asecho Capítulo 9 Insinuación perspicaz Capítulo 10 Proposición indecente Capítulo 11 Convicción de acero appCapítulo 12 La destrucción appCapítulo 13 El fuego appCapítulo 14 Segundo encuentro appCapítulo 15 Tenemos un trato appCapítulo 16 Jaque al héroe appCapítulo 17 El suéter appCapítulo 18 El sexting appCapítulo 19 El cometido appCapítulo 20 Nuestro secreto appCapítulo 21 Primer juego appCapítulo 22 La recámara appCapítulo 23 Los infieles appCapítulo 24 Los amantes appCapítulo 25 Truco de magia appCapítulo 26 La habitación púrpura appCapítulo 27 Strip dance appCapítulo 28 To squirt appCapítulo 29 La ambrosía appCapítulo 30 Las fustas appCapítulo 31 Lecciones íntimas appCapítulo 32 La libido appCapítulo 33 Un cuento de hadas appCapítulo 34 La unión appCapítulo 35 El frenesí de la diosa appCapítulo 36 Punto máximo appCapítulo 37 Desborde de agua appCapítulo 38 El cambio appCapítulo 39 Fiesta de antifaces appCapítulo 40 Las réplicas appCapítulo 41 Capturar a la diosa appCapítulo 42 El despertar appCapítulo 43 La fuerza appCapítulo 44 Yo soy insaciable appCapítulo 45 Propuesta laboral appCapítulo 46 El nuevo asistente appCapítulo 47 Dulces mentiras appCapítulo 48 La bienvenida appCapítulo 49 Cara a cara appCapítulo 50 Recompensa peligrosa appCapítulo 51 Los recuerdos appCapítulo 52 Rocío de miel appCapítulo 53 La invitada appCapítulo 54 Gustos perversos appCapítulo 55 Enloquecedora avalancha appCapítulo 56 Lascivia en la oficina appCapítulo 57 Lo que usted mande appCapítulo 58 Los pecadores appCapítulo 59 El aterrizaje appCapítulo 60 La alarma appCapítulo 61 El equipamiento appCapítulo 62 Las calles appCapítulo 63 El inicio appCapítulo 64 La diabla appCapítulo 65 La batalla appCapítulo 66 Pole dance appCapítulo 67 La tentación appCapítulo 68 La correa appCapítulo 69 La degustación appCapítulo 70 La felación appCapítulo 71 La liberación appCapítulo 72 La dominación appCapítulo 73 La presa appCapítulo 74 El banquete appCapítulo 75 El azote appCapítulo 76 El frenesí infernal appCapítulo 77 La tentación del héroe appCapítulo 78 Una pareja verdadera appCapítulo 79 Antes del final appCapítulo 80 Despedida de soltero appCapítulo 81 Desenfreno carnal appCapítulo 82 Érase una vez un matrimonio appCapítulo 83 Interrupción magistral appCapítulo 84 El apocalipsis de vesta appCapítulo 85 El pasado appCapítulo 86 Divino caos appCapítulo 87 Batalla en la catedral appCapítulo 88 La última cena appCapítulo 89 Jaque mate appCapítulo 90 El plan appCapítulo 91 Desde otra perspectiva appCapítulo 92 La pared de espejo appCapítulo 93 El testimonio de lacey appCapítulo 94 La confesión appCapítulo 95 Diosa soberbia appCapítulo 96 La resolución appCapítulo 97 El deber del héroe appCapítulo 98 Un mismo pecado appCapítulo 99 La distancia entre nosotros appCapítulo 100 La confirmación appCapítulo 101 La mujer rubia appCapítulo 102 La archienemiga appCapítulo 103 La superación appCapítulo 104 De rodillas appCapítulo 105 La decisión de la divinidad appCapítulo 106 Amor de verdad appCapítulo 107 La gemela appCapítulo 108 La prueba appCapítulo 109 El evento de máscaras appCapítulo 110 La declaración de hestia appCapítulo 111 El castigo del héroe appCapítulo 112 La ecografía appCapítulo 113 El cuidado appCapítulo 114 Las noches appCapítulo 115 El asistente appCapítulo 116 Las citas appCapítulo 117 Los días appCapítulo 118 La idéntica appCapítulo 119 Los deale appCapítulo 120 La discusión appCapítulo 121 Las raíces appCapítulo 122 La confusión appCapítulo 123 El restaurante appCapítulo 124 Los tres appCapítulo 125 El viaje appCapítulo 126 La lluvia appCapítulo 127 El pijama appCapítulo 128 El deseo appCapítulo 129 La atención appCapítulo 130 Ciudad natal appCapítulo 131 Las compras appCapítulo 132 Los regalos appCapítulo 133 La rivalidad appCapítulo 134 El masaje appCapítulo 135 Los regalos appCapítulo 136 Las disculpas appCapítulo 137 La influencia appCapítulo 138 Una familia appCapítulo 139 El estado appCapítulo 140 La lactancia appCapítulo 141 La pasión appCapítulo 142 La bebida appCapítulo 143 La emoción appCapítulo 144 El asalto appCapítulo 145 El comunicado appCapítulo 146 La silla appCapítulo 147 El fervor appCapítulo 148 El consultorio appCapítulo 149 El recibimiento appCapítulo 150 La despedida appCapítulo 151 La melancolía appCapítulo 152 Sobre ti appCapítulo 153 La añoranza appCapítulo 154 El CEO appCapítulo 155 Una familia appCapítulo 156 El nacimiento appCapítulo 157 La niñera appCapítulo 158 La nana appCapítulo 159 La tía appCapítulo 160 A solas appCapítulo 161 El ardor appCapítulo 162 La felicidad appCapítulo 163 Epílogo: la jefa app
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