Capítulo 95 Diosa soberbia
Hestia se mantuvo perpleja e inerte en el sillón. Eso era todo lo que deseaba; la confesión de Heros hizo estremecer cada parte de su cuerpo; desde las fantasiosas mariposas de su estómago. Sus dedos de los pies se recogieron; tuvo que apretarlos para resistirse ante la avalancha de emociones que invadían su ser. Felicidad, impresión, dicha y porvenir; todas las ilusiones de un futuro con Heros la asaltaron con rapidez, como ráfagas de luz, provocados por una cámara, que reproducían cortas escenas del mañana, si se quedaba junto a él. “Mamá”. “Papá”. “Hijos míos”. “Lo que diga su madre”. Una familia, un hogar, un legado. Los relámpagos en su cabeza fueron cesando y salió del estado de trance en que había entrado. Veía el semblante decidido y la determinación que Heros transmitía en su azulada mirada. Sentía la calidez de él en sus manos, mientras, abarcaban las suyas. También deseaba todo eso. Entonces, ¿por qué se negaba a aceptarlo y por qué lo quería alejar? Ya sabía el motivo, porque era su manera de proteger a Heros de ella misma y de su maldad; le había hecho daño y lo estaba lastimando. Excusas, se reprendió a ella misma, tienes miedo del amor. Había estado con Heros, como amantes, pero no como una pareja legítima entre ellos dos; no sabía cómo ser una novia, y que, al aventurarse en esa nueva faceta, lo de ellos no funcionaría. Se había presentado casos de personas que tenían una relación secreta, y que, al intentar estar ambos en un noviazgo, todo se había terminado, para siempre, y se habían llegado a odiar. Yo no sé amar, pensó, solo herir y destruir. Sin embargo, las cosas serían diferentes si hubiera una causa mayor de por medio, que la impulsara a hacerlo. Tal vez, no era tan fuerte, despiadada y malvada, como lo había supuesto, porque en este preciso momento, tenía pavor. Se liberó del agarre del chico. Expresó un gesto irónico y emitió un sonido burlesco.
—Es que no has escuchado bien. Solo te he usado como una herramienta. ¿Y de verdad creíste que alguien cómo tú, puede aspirar a tales cosas con una mujer como yo? No estás a mi altura —comentó Hestia, con rostro inflexible—. Hay algo que te faltó mencionar al armar el rompecabezas. Aquel día, cuando nos conocimos, intenté seducirte para vengarme contra Lacey. Pero tú, tú me rechazaste como empresaria y como mujer. Heriste mi orgullo y mi honor. Entonces, no solo lo quise castigarla a ella, también a ti. Te convertiste en mi obsesión y quise lastimarte… Yo fui quien quemó tu negocio, solo para tenerte, utilizarte y luego despreciarte, como un simple objeto temporal del que obtuve el placer que quería. Este juego, ya se ha acabado. Ya no necesito de ti, ni de tus servicios como asistente privado. Vete de aquí, mi juguete.
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