Capítulo 43 La fuerza
La mujer de rubio temblaba de ola de emociones que sentía al ver, y eso que no se comparaba con lo que debía estar experimentando aquella mujer, que sabía que estaba ahí, pero no le importaba que los viera. Su cuerpo ardía y su entrepierna le rascaba, quería tocarse y aplacar ese fastidioso malestar que no la dejaba tranquila. Sus mejillas estaban ruborizadas y su respiración se había agitado. Metió su brazo derecho por la abertura del vestido. Apenas se rozó el muslo y sus vellos se erizaron, ante la sensibilidad que tenía. Deslizó su mano diestra, por debajo de su braga, y percibió una extraña humedad de la que no se había percatado. ¿Qué era eso? Era demasiado viscoso para ser orina. Pero, era justo lo que necesitaba para lo que quería hacer. Se frotó sus labios hinchados, sin dejar de ver a la pareja que mantenía relaciones en el cuarto. La rasquiña no se iba; necesitaba ir más al fondo, por lo que debido a sus resbaladizos fluidos, sus dos dedos se introdujeron en ella misma sin la menor resistencia. Los metía y los sacaba de su intimidad. Su atuendo la asfixiaba, por lo que, con la zurda, se bajó la parte superior de su traje y luego el brasier. Se apretaba los senos, con sus pezones endurecidos, y suspiraba, sin contener sus gemidos, para deleitar a la espectadora que seguía espiándolos a escondidas desde afuera. Cuanta sentía podía sentir en estas circunstancias. Era la mujer más feliz y dichosa del mundo al ser tomada con violencia por parte de Heros y al ser vista por una voyerista. Todo hacía que su placer se multiplicara para su fortuna y satisfacción de su libido.
Heros agarró por el cuello a Hestia, y la comenzó a ahorcar, sin contener su fuerza. Le mostraba quien era el que tenía el control, una nueva bestia alfa había aparecido en el territorio, y prevalecería el más apto. La golpeaba con igual intensidad, sin disminuir el ritmo. La guio hasta la pequeña mesita de noche y le recostó de cara, usando la tenacidad de sus músculos. Seguía asaltándola sin pizca de sutileza. Era brusco, áspero y salvaje. Puso su mano derecha en la cabeza, para hacerle presión, y le sostuvo el brazo izquierdo, para mantenerla atrapada. ¿Este era el poder que sentía el tener dominio absoluto de una persona? No lo negaba, era embriagante y abrumador. Salía y entraba del ardiente paraíso de Hestia. Sabía de la flexibilidad que ella tenía, por lo que la sentó sobre la superficie del mueble, le agarró las dos piernas y las fue levantando, hasta dejarlas de manera vertical. La mesa se meneaba, debido a la faena de su intensa pasión. Pasaban los minutos, hasta que la cargó hacia la cama, la dejó caer boca abajo con cuidado. Se puso encima de ella, y la seguía embistiendo con brusquedad y de forma salvaje, mientras estaba acostada. Los firmes glúteos de Hestia amortiguaban sus golpes contra ella. Con sus brazos tensionados se apoyaba, para poder hacerlo con más vigor. Varias posiciones usaron en la recámara, como si su repertorio no tuviera límites. El sudor los bañaba de grana manera, haciendo relucir su tersa piel desnuda.
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