Capítulo 44 ¡Tan despiadado!
—P-Paula… —tartamudeó el hombre con el rostro pálido y le temblaron las piernas. —¿Qué tan tonto y ciego era para seducir a esa joven de manera tan audaz?—. ¡Lo lamento, señorita Trento! —Se dejó caer al suelo con un golpe sordo y le rogó piedad.
Antes de que la multitud tuviera tiempo de reaccionar, la muchacha movió su rebenque de un lado a otro mientras lo reprendía:
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