—No… —Mateo sacudió su cabeza—. No quiero hacerlo. No me siento muy bien. Tengo la lengua rígida y me pesa la cabeza. No quiero volver al estado vegetativo otra vez —murmuró tirándose al suelo mientras se tomaba la cabeza—. ¡Ayúdame! —suplicó a gritos.
Lino vio que Mateo escondía la cabeza como una tortuga.
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