Capítulo 4 Danzando con la muerte
—¡Por supuesto! —dijo Alicia—. ¡Les importa un comino la vida de Bastián! Lo único que quieren es realizar una cirugía compleja para ponerla en su sumario y poder presentar una tesis doctoral con ello.
—Muy bien. —Kevin la soltó y le dijo—: Tus deseos son órdenes.
—¡Tonto insolente! ¿Quién piensas que eres? —gritó Sergio con desdén—. Mi padre es el director del hospital y ni siquiera yo soy tan arrogante.
Al ver que Sergio estaba comenzando a enojarse, Judas se apresuró a regañar a Alicia mientras fruncía el ceño.
—Alicia, saca a este hombre en este instante o no me culpes por ser grosero.
Sin embargo, Alicia permaneció inexpresiva al escuchar esa amenaza, parada de manera testaruda frente a la entrada del quirófano, mordiéndose el labio inferior con tanta fuerza que sangraría en cualquier momento.
Kevin suspiró. «Seguro que Alicia sigue siendo la misma terca e indiferente mujer que recuerdo. El tiempo no la ha suavizado». Después, se acercó a Sergio y le preguntó:
—¿En verdad quiere realizar esa cirugía?
A Sergio se le desenfocó la vista ya que lo había sorprendido.
—Todo médico se preocupa por sus pacientes. Es normal que quiera ayudar a aquellos que están en su lecho de muerte —dijo con una humildad fingida.
—Muy bien. Ya que quiere realizar la cirugía cardiovascular con tanto ahínco, ¡le concederé su deseo!
—¿Qué quieres decir…?
Sin embargo, antes de que Sergio pudiera terminar de hablar, Kevin se había volteado y había cerrado la mano en un puño. Entonces, le dio un golpe a Judas en el pecho. El movimiento fue tan rápido que todo pasó en un segundo. ¡Pum! Judas, que seguía con el ceño fruncido y mirándolo con desprecio hacia un segundo, cayó con rapidez al suelo con el pecho destrozado. Tenía incluso un hueco de un centímetro.
—¡Ay! Doctor Linares… —Los médicos y enfermeras que los rodeaban dieron un paso atrás de la sorpresa, ya que ninguno esperaba que ese joven hombre de apariencia gentil hubiera intentado matarlo.
Sergio, que sintió la hostilidad del ambiente, quedó incluso más perplejo y se paralizó. Había empalidecido tanto como el guardapolvo blanco que vestía.
Cuando percibió la brisa causada por el movimiento del puño de Kevin en su rostro, tuvo la sensación de que estaba danzando con la muerte.
—Dijiste que querías llevar a cabo una cirugía cardiovascular, ¿no es así? —Kevin sonrió con maldad y después señaló a Judas, que gritaba de dolor en el suelo. Entonces le dijo a Sergio—: Ahí está tu paciente.
Todos quedaron sin palabras, incluido Sergio, que permaneció en su lugar, furioso. Entonces, apretó los puños con resentimiento y ordenó mientras apretaba los dientes:
—Lleven al doctor Linares al quirófano del séptimo piso. ¡Necesita una intervención ahora mismo!
Cuando todos se apresuraron a actuar, Kevin se acercó a Alicia sonriendo como si quisiera llevarse el crédito por lo que acababa de hacer.
—No debes agradecerme. Apresúrate y opera a Bastián. Solo recuerda premiarme después de que lo hayas salvado.
Después de observarlo por un rato, Alicia empujó la puerta sin decir palabra y entró al quirófano en el que Bastián se encontraba. Con su propósito cumplido, Kevin suspiró aliviado pero después recordó que Hades ya debía haber llegado con el auto. Por ello, bajó al primer piso del estacionamiento subterráneo; cuando salió del ascensor, se encontró a un serio Hades vestido de negro de pie al lado del ascensor de la entrada del vestíbulo. Después de encender la luz del vestíbulo, Kevin se limpió la frente, exasperado.
—¿Puedes no aparecer tan aterrador la próxima vez? ¿A dónde está el auto?
—En el lugar B704 —respondió Hades complacientemente mientras le entregaba las llaves a Kevin con ambas manos—. Ares, ya hemos comprado todo el Parque Cuesta ubicado en Valle Central para utilizarlo como alojamiento temporal en Ciudad Clesa.
—Muy bien, entendido. Los llamaré de inmediato si algo sucede. Sean cuidadosos y no revelen sus identidades.
—Sí, Ares.
Kevin fue hacia el lugar del estacionamiento mientras jugaba con las llaves del auto, solo para encontrar un Volkswagen Santana destrozado de los años noventa estacionado como si se fuera a desarmar tan pronto lo pusiera en marcha.
—Maldita sea… —Después de insultar, sacó su teléfono y llamó a Lázaro—. ¿Este es el auto que me conseguiste?
—Así es —respondió Lázaro con seriedad— Pediste un auto común y corriente que no llamara la atención; sin embargo, todos los vehículos de la sede central valían millones, lo que no concordaba con tu pedido. Solo logré encontrar este después de buscar en el Distrito Militar de Ciudad Clesa.
—Tú… ¿No se te ocurrió que podían comprar un auto nuevo con doscientos mil?
—Lo hice, pero no podíamos retirarlo en veinte minutos y llevarlo al hospital.
Lázaro pareció darse cuenta de que lo que había dicho no era apropiado, así que añadió:
—Jefe, he probado el auto y está en buen estado así que puede utilizarlo. Le conseguiré uno nuevo en un par de días.
—Olvídalo, encontraré uno cuando tenga tiempo libre.
Después de terminar la llamada, Kevin miró su reloj para verificar si era más del mediodía. Ya que Alicia terminaría con la cirugía de noche, decidió almorzar cerca del hospital antes de regresar al orfanato para buscar al abuelo José. El Santana llamó la atención de las personas apenas salió del estacionamiento. Mientras esperaba que la luz del semáforo se pusiera verde, el conductor de un BMW al lado de Kevin bajó la ventanilla y le gritó.
—¡Buen cacharro, muchacho! ¿Estás seguro de que está permitido sacar eso a la calle? Conoces a algún policía de tránsito seguro.
Kevin le devolvió una sonrisa falsa, después giró la cabeza hacia un lado de la vergüenza y leyó una noticia en una gran pantalla de anuncios al lado de la calle. «Recientemente, cinco compañías de la cámara de comercio Rosario han iniciado una demanda contra Tienda departamental Nivea, provocando que el mercado de valores caiga en picada de la noche a la mañana. ¿Acaso la presidenta de Nivea, la diosa empresarial René Winsor caerá del altar por esto?». Mientras la reportera hablaba, se desplegó en la pantalla una foto de René. La mujer se veía preciosa y poseía una delicadeza y clase que parecía que brotaba de adentro.
Kevin se quedó paralizado al ver su foto. «¿No es René Zimeri?». Era probable que su hermana mayor hubiera tomado el apellido de la familia después de ser adoptaba, convirtiéndose en René Vinstor. Entonces, sacó su teléfono y le envió un mensaje de texto a Lázaro:
«Investiga a la presidenta de Tienda departamental Nivea, René Vinstor».
Al instante, Lázaro le envió una foto. «René Vinstor se matriculó en la escuela de negocios de Ciudad Clesa después de recibir apoyo financiero de la familia Vinstor a los dieciocho años y fue adoptada por Elio Vinstor como su hija ese mismo año. El patriarca de la familia, Enrique Vinstor, tiene dos hijos: el mayor, Clemente Vinstor, que tiene un hijo y una hija. Su empresa, Compañía Clarín, es una de las cinco grandes empresas de la cámara de comercio Rosario. Los hijos de Clemente trabajan en la empresa como ejecutivos de alto rango. El segundo hijo de Enrique, Elio, no tiene hijos propios. Su rango en la familia es bajo y poco importante».
La malicia se reflejó en la mirada de Kevin cuando leyó el perfil en su teléfono mientras pensaba en las noticias que había visto antes. Era claro que Clemente Vinstor y su familia estaban molestando a René. Era seguro que se trataba de una pelea familiar por la herencia. Entonces, puso el auto en marcha y se dirigió directo hacia Nivea.
René era la persona más amable con él cuando era un niño y la más cariñosa de sus siete hermanas. Así que, ¿cómo podía quedarse tranquilo al saber que la estaban molestando? «¡Veamos si te atreves a humillar a la hermana del Dios de la Guerra!».