Capítulo 6 Padres adoptivos
—Los Vinstor tienen una cena familiar hoy —balbuceó René mientras miraba su reloj—. Comienza en menos de una hora. ¡No puedo llegar tarde!
—Iré contigo —insistió Kevin levantándose.
Quería ver qué clase de d*sgraciados eran Clemente y su familia al atreverse a castigar a su hermana.
—Espérame aquí, Kevin. La familia Vinstor es complicada y será mejor que no te interpongas. —Dicho eso, René sacó una tarjeta de su bolso y se la entregó—. Mientras, baja y compra lo que desees. Todavía le quedan unos cien mil ahí, así que gástalo como tú quieras.
Pero eso no le gustó nada a Kevin, ¿cómo podía tener solo unos cien mil en el banco siendo la presidenta de una tienda departamental tan grande? Estaba claro que los Vinstor se habían apoderado del dinero que ella había ganado.
—Me escaparé de nuevo si no me llevas contigo ahora.
—No tienes remedio, ¿verdad? —René suspiró; tenía sentimientos encontrados.
Victorioso, Kevin sonrió. Efectivamente, después de todos esos años, ella seguía sin poder resistirse a su «fastidiosa» personalidad. Una vez en el BMW rojo de René, Kevin inspiró con fuerza, dejando que el tentador perfume del auto lo invadiera.
—Qué lindo auto tienes, René. —Sonrió.
—¿Te gusta? ¿Por qué no te compro uno cuando reciba mi bono de Navidad?
—No, no... —Kevin se apresuró a agitar las manos—. Ya tengo uno. Pasaron por el lugar donde había estacionado el Santana y lo señaló—. Ese, ¿lo ves? Ese es mi auto.
René se quedó sin palabras por un momento y sus ojos se enrojecieron.
—Kevin, no puedo imaginar lo mucho que has sufrido estos últimos años —dijo con el corazón roto—. No te preocupes, ahora que has vuelto a casa, no me quedaré sentada viendo cómo conduces un auto chatarra.
Esta vez Kevin fue quien se quedó sin palabras. Se lo había mostrado para que no le comprara un auto, pero quién se imaginaría que lograría todo lo contrario.
—René, ese auto es solo para que pueda ir de un lugar al otro. Encontraré uno nuevo en un par de días.
—De acuerdo, déjamelo a mí entonces.
«¡Eso no es lo que quiero decir!»
El banquete de la familia Vinstor se celebró en el Hotel Paragón. En el salón, el hijo mayor de la familia Vinstor, Clemente, cruzó las piernas y frunció los labios, insatisfecho.
—Elio, ¿por qué no aún no ha llegado tu hija adoptiva? Mira qué hora es.
Al escuchar su pregunta, Elio y su esposa, Isabel Jara, intercambiaron miradas sombrías.
—Es natural que René esté desbordada de trabajo cuando tiene que hacerse cargo de una tienda departamental tan grande.
—¡Pfff! —se burló Alex Vinstor—. Vaya que te halagas demasiado, tío Elio. ¿Desbordada? ¡Más bien es una incompetente!
—Muy cierto, hijo. —Clemente resopló—: ¡Una familia de perdedores!
—Tú... —Elio tembló de ira, furioso. Sin embargo, no se atrevió a contraatacar a su hermano, solo se limitó a soltar con furia—: Voy a ver si llegó.
Igual de humillada, Isabel siguió a su marido.
—¿Qué haces aquí? Ve a hablar con nuestros parientes —arremetió Elio contra su mujer.
Isabel explotó de ira y con los brazos en alto, exclamó:
—Lo único que sabes hacer es tratarme mal. Si eres tan poderoso, ¿por qué no le pides a tu padre que te dé una compañía?
—¡¿Crees que es mi culpa?! —Elio estaba lívido de la rabia—. ¿Por qué debería darnos su empresa si ni siquiera puedes tener un hijo? Aunque sea una hija... Mira a Mía. Después de haber encontrado un marido adinerado, Clemente está extasiado.
—Eso es. —A Isabel se le iluminaron los ojos—. Deberíamos encontrarle a René un hombre adinerado con quien casarse. ¿A quién le importa si es mi hija biológica o no? Si la familia en la que se casa es mejor que la de Mía, nunca más nos menospreciarán.
Mientras tanto, René y Kevin estaban llegado a la entrada del hotel.
—Madre, padre.
Una sonrisa se asomó por la comisura de los labios de Isabel en cuanto escuchó la voz de René.
—René, estás aquí.
Inmediatamente después, la mujer posó la mirada en el joven que estaba junto a su hija adoptiva y su sonrisa se desvaneció.
—¿Quién es?
—Es mi hermano del orfanato; quiso acompañarme a la cena familiar. —René presentó al inesperado invitado—. Kevin, estos son mis padres adoptivos.
—Hola. —Kevin extendió la mano y los saludó con una sonrisa falsa.
—¿Qué significa esto? —reprendió Elio con el ceño fruncido—. ¿Qué te hace pensar que un mocoso de un orfanato puede unirse a nuestro banquete? Será mejor que le digas que se vaya.
Mientras tanto, Isabel pellizcaba y tiraba del brazo de René sin piedad.
—¡Mocosa desvergonzada! —chilló—. ¿Cómo puedes andar por ahí con un sinvergüenza como éste? ¿Cómo encontrarás un marido adinerado después de esto?
El brazo de René quedó amoratado luego del pellizco; la joven replicó, tratando de contener las lágrimas, gruñendo:
—¡Es mi hermano, no un mocoso! Ten un poco de respeto.
—¿Cómo te atreves a contestarme? ¡Te voy a enseñar lo que es el respeto! —Elio resopló y levantó la mano en el aire para abofetear a René, pero ¡pum!
Kevin agarró el antebrazo de Elio a tiempo y se quedó mirando al hombre como si estuviera mirando a alguien que ya estaba condenado.
—Yo en tu lugar no lo haría. —Apartó a Elio de un empujón, haciendo que éste se tambalease y casi cayera al suelo; le dirigió una mirada de odio antes de agarrar a René de la mano y entrar a grandes zancadas en el hotel—. ¡Aún no existe la persona capaz de impedirme ir a donde yo quiera!