Alejandro en realidad no sabía lo que quería decirle. Solo la había perseguido porque las emociones tormentosas lo abrumaron, pero no podía descargarse. Sin embargo, sabía muy bien que ella era la causante de esas emociones y la frustración lo inquietaba.
Cuando continuó sujetándole las muñecas contra el auto, ella frunció el ceño. Como no quería terminar la conversación sin una respuesta, le volvió a preguntar:
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