Por un momento, Victoria no supo qué responder, por lo que se quedó sentada, atónita. Sandra, por su parte, resopló con ligereza. Tal vez porque estaba avergonzada de que alguien se había enterado de lo de su novio; también se le enrojecieron los ojos.
—Victoria, aunque no te conocía y no me gusta hablar de más, estos días oí rumores sobre ti. No eres la única mujer en la vida de tu hombre tampoco. ¿No puedes ocuparte de tus propios asuntos?
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