Cuando Victoria vislumbró el reloj de pulsera, la alarma de su mente sonó de inmediato y casi echó a correr para marcharse. Sin embargo, aún iba un paso más lento, porque el hombre sentado frente a Fiona miró inadvertidamente en su dirección.
Sus miradas chocaron en el aire y, en ese instante, se sintieron como dos trenes descarrilando y chocando, desatando innumerables fuegos artificiales, haciendo que el mundo se hiciera añicos.
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