Cuando Teodoro llegó al hospital, vio de lejos a Victoria esperándole fuera de la sala. Verla le recordó la escena en la que sus dedos se entrelazaron ese mismo día y, cuando volvió a ver su precioso rostro, se sintió tímido.
Por eso, se fijó en sus orejas y mejillas sonrojadas cuando se acercó a ella, pero no lo pensó demasiado y se limitó a pensar que estaban rojas por el frío. Se acercó a él y le dio el teléfono, la cartera y la tarjeta de acceso a la sala de Alejandro.
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