Sin siquiera armar un escándalo, Victoria hizo enfadar tanto a Alejandro que se marchó furioso. Cuando se fue con expresión sombría, cerró de un portazo y se sintió el fuerte golpe. Sin embargo, Victoria se limitó a encogerse de hombros y se acarició el vientre con dulzura mientras decía en voz baja:
—No te preocupes, bebé. Olvídate de él, ¿de acuerdo? Cuando crezcas, no serás como él. Solo tiene mal genio. —Tras murmurarle a su hijo no nacido, guardó sus pertenencias y se preparó para dirigirse a la compañía.
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