―Señorita Ferreiro... ―una de ellas comenzó a gemir―. Le diré la verdad. El té para perder peso es mío. Todo esto fue un malentendido. Estaba en la oficina de Pilar cuando recordé que había dejado el té en la alacena. Le llamé a la señorita Ortiz y le pedí que me trajera el té. Debió haberme escuchado mal. Vio el número de Pilar y creyó que era ella quien llamaba. Por eso llevó el té a su oficina.
―Así es. Debí haberme equivocado. Creí que Pilar fue quien me llamó. Esto es un malentendido.
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