El cielo se aclaraba cuando nos bajamos del barco. Todavía me sentía mareada mientras Roberto me sacaba a rastras. Necesitábamos viajar tres horas en auto de vuelta a la ciudad. El cielo estaba brillante cuando nos bajamos del auto. La luz del sol resplandecía en mi rostro. Me cubrí con la mano y eché un vistazo al cielo entre mis dedos. Roberto se subió a otro auto.
―Voy a Empresas Lafuente.
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