Capítulo 42 Adonis
Era un rostro que había aparecido en mis sueños, aunque en mis sueños no se veía tan real ni tan maduro. Por aquel entonces él era sólo un adolescente que me condujo de la mano, a mí, también una niña, mientras jugábamos en el parche de césped de afuera de mi casa. Mi madre y la suya se sentaban en la terraza y observaban nuestros juegos con una sonrisa en los rostros. Cuando nos cansábamos de correr, volvíamos y bebíamos agua de caña de azúcar que ellas nos preparaban. Enfriaban las bebidas en el refrigerador y les ponían rebanadas de limón. El agua era dulce con una deliciosa nota ácida.
Había sido la época más feliz de mi vida; aún tenía a mis padres, aún tenía amigos, aún tenía a Andrés Gallardo. Abril me dijo después que había sido un enamoramiento. No le creí. Siempre estuve un paso atrás en lo que tocaba al romance, no tenía idea de esas cosas, pero ahora lo sabía. Aun si no había sido un enamoramiento, de todas formas, tuve una pizca de sentimientos románticos ocultos en el fondo. Más tarde, la familia de Andrés se mudó y dejaron Ciudad Buenavista para emigrar a Inglaterra. Recibí cartas de él durante los primeros años, luego mi madre murió y mi padre tuvo que devolverme a la familia Ferreiro. Entonces le escribí muchas cartas, le di mi nueva dirección, pero no volví a recibir nada de él y toda forma de comunicación entre nosotros cesó de la nada. Seguí tratando de contactarlo por todos los medios de que disponía. Hice que mi padre lo buscara cuando viajó a Inglaterra; cuando Silvia Ferreiro rompió su compromiso y huyó a Inglaterra también le pedí ayuda. Pero no lograron encontrarlo. Eso es porque no había ido a Inglaterra. Todo ese tiempo había estado en los Estados Unidos.
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