Capítulo 30 Las fustas
Los dos se quedaron dormidos en la habitación púrpura hasta el siguiente amanecer. Se ducharon, de nuevo, cada uno por su cuenta, hasta que se encontraron en la sala de estar para compartir el desayuno. Se colocaron sus atuendos deportivos, realizaron estiramientos y corrieron en las caminadoras eléctricas. Estando sudado y agitados, luego de una hora y media. Se miraban con complicidad y se sonreían de forma rígida, sin mostrar sus dientes. Estuvieron el resto de la mañana haciendo otros tipos de entrenamiento. Al medio día gozaron de un completo almuerzo, mientras eran atendidos por el personal de confianza de Hestia. Luego, Heros leyó en voz alta un libro para la anfitriona. Bebieron vino con aperitivos. Tenían tanto tiempo libre y no había ninguna prisa en dar el siguiente paso en su relación, siendo Hestia la que más había esperado. Pero también tenía ese deseo, de que fuera especial e inolvidable. No era una cursi romántica, ni una adolescente enamorada. Sin embargo, eso era un pensar en común de la mayoría de las mujeres, sin importar la edad. Intentó acostarse con él, el primer día cuando lo conoció. Entonces, ¿por qué ahora que podía, no lo hacía de inmediato? En aquella ocasión hubiera sido solo sexo, pero en estos momentos harían el amor. ¿Cuándo sería el instante oportuno para hacerlo? No se casarían, por lo que no sería en su noche de bodas. Además, que los mejores encuentro íntimos, se daban en un momento pasional, o bien, luego de una discusión. No se le ocurría ninguna idea para propiciar alguno de los escenarios, porque no deseaba pelear, ni tampoco una novia melosa. Así que, con facilidad, podría solucionar su dilema, dándole un empujón a Heros sobre el sofá, en el que ambos se quitaran la ropa, y hacerlo como conejos, la cantidad de veces que lo realizaban los leones. No obstante, anhelaba que él fuera quien tomara la iniciativa. Apenas llevaban tres días viviendo juntos, ¿era muy pronto todavía?
—¿En qué piensas? —preguntó Heros, al notar a la hermosa dama, distante y reflexiva. Acarició el rojizo cabello ondulado. El tacto de en su palmar era agradable, en tanto jugueteaba con los mechones de la melena de su señora.
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