—Sí, sí —murmuró Enrique mientras se inclinaba varias veces. —Es nuestra culpa no haber educado a uno de nuestros jóvenes y que lo haya ofendido. He traído a nuestra familia para ofrecerle nuestras más sinceras disculpas.
Clemente también le suplicó en cuanto Enrique terminó de hablar.
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