Capítulo 375 ¿Y si tiene la mano paralizada para siempre?
El cementerio de Cadrela se encontraba en las afueras de la ciudad, bajo un cielo encapotado y una ligera llovizna que empañaba el aire. Melina, vestida de negro, permanecía solemne frente a una lápida inmaculada, con los ojos fijos en la fotografía que la adornaba. En la base de la lápida descansaban vibrantes crisantemos amarillos, que contrastaban con fuerza con la descolorida foto de una mujer cuya cálida sonrisa aparecía bajo el nombre de «Narcisa Rodríguez».
A pesar de descubrir quién incriminó a su difunta madre adoptiva, el corazón de Melina se sentía apesadumbrado, atormentado por las palabras de su padre adoptivo desde detrás de los barrotes de la cárcel. A medida que la lluvia se intensificaba, empapando su cabello, ella permanecía ajena a mojarse. De repente, un gran paraguas negro apareció sobre ella y le colocaron con suavidad un abrigo con un toque de colonia masculina sobre los hombros.
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