Capítulo 95 Destinatario del regalo
Cuando Melina regresó a Robinia, la luz mortecina del crepúsculo pintó el cielo en tonos añil oscuro. El resplandor del interior de su hogar la atrajo, lanzando una cálida invitación contra la oscuridad que se avecinaba. Con un giro de llave, abrió la puerta y fue recibida por el suave resplandor de la luz del salón. Tiramisú, el adorable cerdito miniatura, la saludó con exuberancia, con su pequeño hocico acariciándole los pies en una muestra de afecto.
—Tiramisú, ¿ha estado Zirán en casa todo el día? —La voz de Melina, con suavidad, pero teñida de preocupación, recorrió la habitación mientras tomaba al cerdo en brazos. Cambió sus zapatos de exterior por la comodidad del hogar y se adentró en el santuario de su vivienda.
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