—¡No digas tonterías! —Bautista reprendió con severidad.
Sobresaltada, Jessica, al instante, se quedó en silencio, temerosa de hablar. Sus ojos estaban enrojecidos, y las lágrimas parecían que iban a deslizarse por sus mejillas en cualquier momento, lo que la hacía parecer en especial desdichada.
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