Por orden de Bautista, el hombre a su lado al fin esbozó una sonrisa triunfante. Levantó la vista, su mirada se posó en Victoria al otro lado. De repente, agitó los brazos, gritando:
—¡Vamos, chicos! ¡Capturen a la señorita Selva y a sus hijos para nuestro jefe!
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