Mientras Hu Tu lo miraba, él levantó una ceja y luego se bajó del auto. Dio la vuelta por la parte delantera y abrió la puerta del asiento del pasajero.
—Entra. —Ning Jian se sorprendió al verla llorando; por tanto, de inmediato su mirada penetrante y sombría dejó de parecer indiferente y suavizó su tono de voz—. Vamos a casa; hablemos allá.
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