Gao Hai no regresó a casa esa noche y Le Jia estaba segura de ello cuando vio que su almohada había permanecido intacta y las sábanas de ese lado de la cama estaban frías.
Al abrir el guardarropa, Le Jia se vistió con un conjunto que había comprado la noche anterior y, aunque las prendas no se le veían tan bien, pues había subido un poco de peso, en definitiva, la hacían ver más joven. El reloj marcaba un poco más de las nueve cuando terminó de desayunar y arreglarse y Gao Hai seguía sin aparecer, a pesar de que le había prometido acompañarla a su ciudad natal.
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