No le iba a importar lo que opinara la gente acerca de ella siempre que a Mo Bai le sucediera lo mismo. Él llevaba una bandeja en la mano con un plato de gachas. Mingming lo miró con detenimiento y su visión le pareció casi irreal después de tanto tiempo de añoranza y de sentir que estaba fuera de su alcance.
No parecía haber envejecido en absoluto durante los últimos años y era tan frío y atractivo como siempre. Sin embargo, su presencia era más imponente. Mo Bai frunció el ceño mientras preguntaba:
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