Gao Hai no se fue realmente, no se sorprendió, y fue como si esperara verla salir así de la habitación cuando vio a Su Ya. Tenía una mano en el bolsillo cuando se acercó a ella. Un hombre alto y en forma, de buen aspecto y fiable; era innegable que el hombre que tenía delante era de primera calidad. No era de extrañar que Le Jia estuviera dispuesta a esperar por él durante tantos años. Sollozó un poco y se mantuvo firme frente a Gao Hai.
—Presidente Gao, tengo algo que pedirle.
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