Hu Tu comenzó a llorar otra vez descontrolada. Ella nunca había sido del tipo de persona que expresaba sus emociones frente a un extraño, pero ahora no podía evitarlo. Dentro del auto solo se escuchaban sus sollozos de vez en cuando. Hu Tu no reaccionó hasta que llegaron a la ciudad y el auto se detuvo en un lugar desconocido para ella; estaba frente al mar.
—El mar sabe cuándo los peces lloran y yo sé cuándo lloras tú —murmuró Chen Yang con delicadeza.
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