Ella no se esperaba que un anciano como él la amenazara con la vida de su propia nieta. Ella los miraba sin poder creerse lo que estaba sucediendo. De repente, sintió que sus padres la habían sobreprotegido. Ella había conocido a muchas personas amables a lo largo de los años y por eso estaba ajena al lado oscuro del corazón de los seres humanos. Wen Xicong se sintió culpable ante sus abuelos por la muerte de su padre y le pareció que merecía que ellos vinieran a castigarla, pues pensó que todo padre ama a sus hijos. La edad de su padre no importaba, pues todavía era el niño de sus abuelos. Sin embargo, ahora ella comenzó a sentirse triste por el Señor Wen, por haber tenido unos padres tan avariciosos. Sus abuelos vinieron a verla no para llorar la muerte de su hijo, sino para intentar quitarle la casa.
Wen Xicong se apoyó en la mesita de café y se levantó temblando por los calambres que sentía en sus piernas.
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