«Xicong, nosotros... Estamos contentos de tenerte como hija y a Kiki como nieta. Si... Si existe otra vida, espero que en ella podamos ser una familia de nuevo. No renuncies a todo solo porque nos hayamos ido. Si... Si quieres que seamos felices, entonces sigue adelante. Vive y... cría a Kiki. No te culpes, Xicong. Tu padre y yo... nunca te hemos culpado. Estábamos dispuestos a hacer todo lo que hicimos». Todavía podía escuchar las últimas palabras de su madre, entonces sus lágrimas cayeron en su mano y su frialdad se impregnó en ella.
—Muy bien, ya basta de llorar. ¡Eres tan irritante! Ya somos mayores y aun así tenemos que ver como nuestro hijo se va al otro lado antes que nosotros. ¿Cómo se supone que vamos a sobrevivir después de esto? ¿Cómo te atreves a seguir llorando? Si tú estás triste, entonces nosotros tendríamos que suicidarnos.
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